Hubo un tiempo en que el radicalismo, investido ya de una historia y arraigo popular envidiables, ocupó todo el ancho espectro de representatividad de una conflictiva y pujante Argentina siendo a la vez oficialismo y oposición con una intensidad inusitada. Y hubo un tiempo en que el periodismo, menos susceptible y desorientado que en la actualidad, defendía ideas políticas a viva voz, sin perder de vista cuál era su rol. Ese fue el contexto en el cual surgió el diario El Tiempo, trinchera del movilizado e incómodo yrigoyenismo entrerriano, que se había cansado de leer críticas a su líder en el periódico que, tan solo una década atrás, había fundado un grupo de correligionarios para difundir y defender las ideas del movimiento radical. Estamos hablando de El Diario, que con los años reescribió su relato hasta sepultar la que fue su posición editorial de aquellos años, pero que hacia fines de la década de 1920 se había convertido en la tribuna de doctrina del antiyrigoyenismo.
Corría 1928 y Don Hipólito volvía a ganar la elección para ocupar la Presidencia, ante la mirada atónita de los antipersonalistas que lo daban por muerto. La unidad del partido se había resquebrajado durante el mandato de Marcelo T. de Alvear, pero nadie en el sistema político argentino gozaba de la popularidad que tenía Yrigoyen, cuya base de adhesión, a pesar de errores propios y de la oposición de un grupo cada vez mayor de correligionarios, seguía intacta.
Por ese entonces El Diario, la hoja fundada en 1914 por un grupo de radicales entrerrianos, había resuelto apartarse paulatinamente del yrigoyenismo hasta adoptar un rol de decidida oposición al gobierno y a su figura. “La verdad es que el radicalismo entrerriano, mayoritariamente, combatió a quien fue dos veces Presidente de la Nación. Lo hizo con una saña que quizás solo le dedicaron a Juan Domingo Perón en las décadas siguientes”, resume Jorge Riani en su libro El imperio del Quijote, donde reconstruye la historia política y periodística del centenario matutino. A Perón, en plena campaña, llegaron a apodarlo “el candidato nazi”. Hay que remarcar que las oprobiosas menciones a Yrigoyen, sepultadas por una indulgente mirada retrospectiva, no se quedaron muy atrás.
Los antipersonalistas gobernaban Entre Ríos por intermedio de Eduardo Laurencena, quien no sin polémica se hizo cargo de la provincia en 1926, y dos años después respaldaron como candidato a Presidente al diamantino Leopoldo Melo. Con la victoria de Don Hipólito, los yrigoyenistas entrerrianos, cuyas desavenencias con Laurencena ya eran irreconciliables, creyeron necesario contar con un medio propio, y fue así que nació El Tiempo.
Calma, radicales
Promediando 1926, pocas semanas después de la conformación de la Legislatura provincial y antes de la asunción de Laurencena, ingresó a la Cámara de Diputados de la Nación el primer pedido de intervención de Entre Ríos, aún bajo la Presidencia de Alvear. La Concentración Popular, denominación del conservadurismo en aquellos días, presentó el 23 de agosto un proyecto de ley que fue sucedido tan solo un día después por una iniciativa que surgió en este caso de la pluma de dos diputados radicales: el uruguayense Ambrosio Agustín Artusi y el nogoyaense Carmelo Inocencio Astesiano. El texto de los conservadores detallaba presuntos fraudes e irregularidades ocurridos durante los comicios, que habrían derivado en una conformación irregular del cuerpo legislativo provincial. Como veremos, el pedido de intervención y las denuncias contra Laurencena se replicarán en los años siguientes, convirtiéndose en uno de los principales argumentos que se esgrimían desde las páginas de El Tiempo para pedir el fin del Gobierno provincial y cuestionar a quienes formaban parte de El Diario.
Desde el Gobierno entrerriano se defendían ante el Congreso y las autoridades nacionales y ratificaban la legitimidad de sus actos, en un ida y vuelta de declaraciones, documentación y argumentos que merecerían un estudio detallado, a partir de los expedientes que pueden encontrarse en el Archivo de la Cámara de Diputados de la Nación. Lo cierto es que en agosto de 1926 se selló el antagonismo irreconciliable que no habría de extinguirse, emparentando a partir de entonces la acción política de conservadores e yrigoyenistas y abriendo una grieta cada vez más profunda con los antipersonalistas. La Concentración insistió al año siguiente con el pedido de intervención de Entre Ríos, que sería ratificado en 1928 por el bloque de diputados provinciales de la Unión Cívica Radical.
Ese año, al tiempo que Yrigoyen era nuevamente elegido como Presidente de la Nación, se renovaron bancas entrerrianas en la Cámara baja. Uno de los primeros proyectos del diputado Enrique Fermín Mihura consistió en solicitar nuevamente, en este caso junto a Víctor Etcheverry, el pedido de intervención en base a la iniciativa de Artusi y Astesiano. A pesar del cambio de escenario político, la situación provincial seguía sin resolverse.
Pronto Mihura comprendió, junto a un grupo de correligionarios, que la batalla debía darse no solamente en el ámbito legislativo y político: también debía librarse en el plano de las ideas. Fue en ese contexto que nació en Paraná un nuevo periódico radical, uno más de la extensa saga de diarios que el centenario partido dio a luz en la provincia.
Prensa y política
El radicalismo entrerriano fue uno de los movimientos más activos a nivel nacional a la hora de plasmar sus ideas en proyectos periodísticos y editoriales. Cada momento histórico del centenario partido puede ser identificado con la vida, muchas veces efímera, de un periódico nacido al calor de la lucha política de aquellos años. En un interesante libro llamado Prensa política. Historia del radicalismo a través de sus publicaciones periódicas 1890-1990, de Edit Rosalía Gallo, se puede observar la prolífica tarea intelectual del radicalismo entrerriano, solo superada a nivel nacional por sus correligionarios porteños y bonaerenses, por cierto mucho más numerosos.
La primera etapa de El Tiempo coincidió con el segundo mandato de Yrigoyen y su vida se identificó con la suerte del caudillo radical: fue clausurado tras su caída y volvió a salir a la calle a partir de 1933 bajo la dirección de Silvano Santander. En el medio aparecieron Libertad, clausurado en 1931, y Democracia, luego dirigido por Raúl Záccaro, en momentos en que el radicalismo afrontaba una fuerte disidencia interna que aún no había sido saldada.
El Tiempo, durante su primera etapa, tuvo dos pilares discursivos que fueron una constante: la defensa cerrada del gobierno de Yrigoyen, por un lado; y la crítica feroz contra Laurencena y sus seguidores, por el otro. En la colección que puede consultarse en el Archivo General de la Provincia –lamentablemente incompleta, pero muy valiosa– se percibe el interés por lanzar a la calle un periódico con intereses más amplios, con una página de deportes y múltiples avisos, seguramente motivado por la necesidad de competir de igual a igual con El Diario, su vecino de la calle Urquiza, los “zarpacistas” o los “cagatintas asalariados del pasquincito de la Plaza de Mayo”, como fueron llamados en muchas oportunidades a partir de la escalada verbal que solo fue interrumpida por el golpe de Estado.
Para el diario que orientaba políticamente el diputado nacional Enrique Mihura, el Gobierno entrerriano era ilegítimo, y así lo hacía saber al reseñar sus actividades de gestión. “Los hombres del gobierno actual, desde que usufructúan posiciones públicas que el pueblo les ha negado, han hecho su plataforma gubernativa realizando jiras (sic) por los distintos departamentos, sin escatimar gastos que, desde luego, deben ser pagados con recursos de las precarias finanzas de la provincia”, señalaba un suelto publicado en uno de los primeros ejemplares. En un artículo de opinión firmado por Juan Carrero tildaban a Entre Ríos como una “monarquía autocrática” y alertaban: “No hay prácticamente en la provincia, desde el advenimiento de este gobierno, ni Legislatura, ni Presupuesto, ni Constitución”.
Otros títulos no disimulaban en absoluto su posicionamiento: “Mientras la prensa ataca furiosamente al gobierno nacional, éste silenciosamente trabaja por el progreso de nuestro país”, decía una noticia a página completa que repasaba obras ejecutadas por la Nación. Pero sin dudas uno de los cruces más interesantes, que ilustra el grado de delirio que alcanzó en un momento la disputa, gira en torno al posible posicionamiento que habría adoptado Justo José de Urquiza en aquel momento. “A los asalariados del diario zarpacista se les ha ocurrido ahora hacerse propaganda con el nombre del héroe de Caseros, pretendiendo con su recuerdo despertar los entusiasmos dormidos de sus raleadas huestes correligionarias. Y estos pobres escribas ignoran que Urquiza nunca fue autonomista, sino nacionalista (…) De suerte que si Urquiza viviera en estos días, frente de los ultrajes a las instituciones de la provincia de sus cariños y desvelos, estaría contra los zarpacistas y sería, por ende, intervencionista”, decía El Tiempo.
Durante 1930 habrían de ocurrir tres hechos que intensificaron la disputa entre los antipersonalistas e yrigoyenistas entrerrianos: la elección legislativa nacional, la elección provincial y el pedido de intervención de la provincia, que el Presidente estuvo entonces muy cerca de concretar. Este escenario dio lugar a las últimas y enardecidas batallas que libró El Tiempo antes del golpe.
Que se quiebre
La beligerancia fue en ascenso con el recrudecimiento de la crisis política que envolvió al Presidente y el pedido de intervención de Entre Ríos, que como reseñamos más arriba unió a yrigoyenistas y conservadores. “Hacia fines de agosto, cuando se supo que Yrigoyen proyectaba intervenir la provincia de Entre Ríos, la atmósfera llegó a ser explosiva. Los dirigentes de todos los partidos pidieron al Presidente que modificase su actitud”, señala el historiador Robert Potash en el primer tomo de El Ejército y la política en la Argentina, donde reconstruye en parte la trama de recelos y conspiraciones que derivó en la caída del caudillo radical.
El mismo ejemplar, de agosto de 1930, daba cuenta del respaldo editorial al pedido de intervención: “Solo el Gobierno de la Nación puede remediar los males de este desquicio”, titulaba el periódico, que en su parte superior, en letras aún más grandes, hacía alusión a la situación provincial: “En plena dictadura del gobierno zarpacista”.
En marzo de ese año, los yrigoyenistas se habían impuesto ajustadamente en las elecciones legislativas nacionales, reforzando sus expectativas para la renovación de autoridades en el plano provincial. Los comicios de junio, sin embargo, en un escenario profundamente polarizado, fueron favorables al oficialismo radical en Entre Ríos y Herminio Quirós, en representación de la UCR antipersonalista, fue elegido como gobernador frente a Enrique Mihura. Fue un duro golpe para los yrigoyenistas, a quienes desde entonces no les quedó otro camino que respetar a las autoridades electas o volver a reclamar la intervención de la provincia. La primera opción, como hemos visto, era improbable: los enfrentamientos habían llegado a un punto de no retorno y la convivencia ya era casi imposible.
“Llegamos así a las elecciones de gobernador de junio de 1930, en las que se han documentado los más flagrantes atropellos y las presiones y fraudes más escandalosos que registra la historia electoral de Entre Ríos”, remarcaba El Tiempo ya en una de sus últimas ediciones antes del golpe, donde volvía a denunciar que el oficialismo “clausuró nuevamente las puertas de recinto legislativo”, en algo que fue catalogado como un “atropello inaudito”.
Las manifestaciones de comienzos de septiembre profundizaron el declive de Yrigoyen y lo debilitaron irreversiblemente. Desde las tribunas radicales suele recordarse –con razón– el apoyo que prestó entonces Juan Domingo Perón al golpe, pero menos se menciona el decidido y entusiasta respaldo de un amplio sector radical a la conspiración contra el presidente Yrigoyen. El Diario alentó el golpe desde su portada y llamó a que Entre Ríos se incorpore “activamente al movimiento general de agitación”. Cuando se consumó la destitución de Yrigoyen, tituló que reinaba “absoluta tranquilidad” en todo el país. Desde El Tiempo apenas pudieron alertar sobre el intento de golpe de Estado, bajo un suelto impreso en letras mayúsculas. Fue la última edición de esta primera etapa del periódico yrigoyenista entrerriano, que a partir de ese día no salió más a la calle.
Producto de este complejo cuadro político, Entre Ríos sorteó la intervención nacional que se dispuso en la mayoría de las provincias tras el golpe. Herminio Quirós asumió entonces la Gobernación, hasta su muerte al año siguiente.
La República perdida
Existe un relato radical de la historia argentina que se resquebraja cuando se atienden episodios como el que reseñamos en esta crónica, particularmente aquel que engloba el período 1930-1983 como el ciclo de los golpes y la violencia militar que acechaban a los indefensos y condicionados partidos políticos. Hay algo de cierto en esa lectura, pero también, como hemos intentado mostrar, hay omisiones relevantes.
Las críticas del ex presidente Mauricio Macri a Hipólito Yrigoyen, a quien llamó despectivamente populista y le atribuyó las causas de una presunta decadencia argentina, generaron la reacción casi unánime de los dirigentes del centenario partido, que destacaron los logros del caudillo, su popularidad y su dignidad frente al golpe de Estado. Esta justa reivindicación olvida, sin embargo, que lamentablemente hubo en 1930 radicales que no pensaron de ese modo y actuaron en consecuencia. Hubo también dirigentes que se jugaron en defensa del Presidente y que cayeron en desgracia junto a él, hasta la reunificación del partido, que tuvo lugar promediando la década, o hasta la creación de la disidente Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (Forja), que surgió en la misma época.
Todos estos militantes y dirigentes radicales, distribuidos en un mapa político que cambió sucesivas veces al calor de los acontecimientos, cumplieron un papel fundamental en la historia de nuestro país. En todos estos períodos, Entre Ríos jugó un rol relevante que merece ser revisitado.
Fuentes:
Archivo Digital de la Cámara de Diputados de la Nación.
Archivo General de la Provincia, Diario El Tiempo (1928-1930).
Gallo, Edit Rosalía: Prensa política. Historia del radicalismo a través de sus publicaciones periódicas 1890-1990. Buenos Aires, Editorial Dunken, 2016.
Pereira, Enrique: Mil nombres del radicalismo entrerriano. Vivencias de un partido centenario. Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1992.
Potash, Robert: El Ejército y la política en la Argentina. 1928-1945. De Yrigoyen a Perón. Buenos Aires, Sudamericana, 1971.
Riani, Jorge: El imperio del Quijote. La historia de El Diario que ocultaron los Etchevehere. Nacimiento, crecimiento y ocaso de un medio que influyó en la política argentina. Paraná, Editorial Fundación La Hendija, 2020.
Villanova, Jorge: A 90 años del Golpe que inició la decadencia argentina: los radicales entrerrianos contra Yrigoyen, en El Miércoles Digital, 13 de septiembre de 2020.