El lugar de la política

La crisis vuelve a poner de relieve la capacidad de organizar nuevos dispositivos de representación. Las jornadas del fatídico 2001 y el conflicto con las entidades del campo aparecen como procesos que reformularon la correlación de fuerza entre los partidos y los movimientos sociales y gremiales, además de moldear la integración de las instituciones del Estado.

Por: LUZ ALCAIN

Fotografía: Raúl Perriére

Hubo una vez en que la política sucedió toda en la calle, desbordada, en convulsión, desesperada. Sucedió con olor a pólvora de represión policial. Conviene circunscribir en un día, 21 de diciembre de 2001. Y para tomar dimensión del asunto, sirve geolocalizar algunos puntos en el mapa de Paraná. Barrio Maccarone. Vecinos, amigos, familiares, militantes políticos y sociales velan el cuerpo de una niña de 13 años. Se llamaba Eloísa Paniagua y fue asesinada por la Policía. La gente no ha dormido. Dolor sin tregua, cansancio, angustia. Han pasado horas, horas, de saqueos a los supermercados. Quedó a salvo el WalMart, custodiado sin reparos con armas de fuego, las de la seguridad privada y las del Estado. Sin reparos, despejar la empresa es la orden del poder político y empresario. En ese contexto en torno al hipermercado, hay otra niña asesinada por una 9milimetros, Romina Iturain, de 15 años. Dos décadas después, la imagen satelital en Google Maps muestra, a un lado de calle Larramendi, la mole gris, indemne, inmensa del hipermercado. Un changuito en la gota azul señala el punto exacto. Allí sigue todo igual. Podés ir de compras. Hacia el otro lado de Larramendi, hacia el sur, se lee en el mapa, “Romina Iturain”, la calle que la recuerda. “Romina Iturain”, otra vez, indicando el camino más ancho para entrar al Barrio Mosconi. “Romina Iturain” hasta que cambia de nombre y se llama “República de Siria”, esa vía hacia la pobreza extrema del Volcadero. Allí tampoco hubo grandes cambios en 20 años. No muy lejos, ese 21 de diciembre de 2001, crecía la angustia entre la militancia de la Corriente Clasista y Combativa. No encuentran a José Daniel Rodríguez, de 25 años, que hace changas y sobrevive con un Plan Trabajar.

Unión Cívica Radical. San Martín 543. Entonces se podía llegar en auto a la sede partidaria, hoy en calle Peatonal. Hay un acto encabezado por el entonces gobernador Sergio Montiel. El salón ha sido colmado por funcionarios y militantes radicales. Unas horas antes, Fernando De la Rúa había subido a los techos de la Casa Rosada para dejar el poder en helicóptero. Y acá en Paraná, una masiva movilización concluyó con la puerta en llamas de la Casa Gris. Montiel está enardecido. Orador como hubo pocos en la historia entrerriana, ajeno al dolor de los barrios que velan a sus niñas asesinadas por su policía, Montiel defiende sin miramientos su gobierno y su partido, jaqueado por el contexto político y social. Suena la marcha radical para cerrar el acto. “Adelante sin cesar”, el Gobernador sale de la sede de calle San Martín, sus funcionarios improvisan una columna que toma San Martín, dobla en Laprida. El poder político marcha, une a pie las tres cuadras que lo llevan a la Casa de Gobierno.

Partido Justicialista. Entra y sale gente. Todo el tiempo. La información no va por Whatsapp. La política no lleva celular. Llegan noticias de lo que va pasando en los barrios. El peronismo activa fuerte. Moviliza. Organiza. Unas doscientas personas se apretujan en una asamblea en el patio de la vieja casona de calle 9 de Julio. Hay varios dirigentes conocidos. Militantes de todos los barrios. Se habla con desparpajo. Las reglas de juego de la democracia están corridas. No se comprende cómo Montiel resiste “si ya nos sacamos de encima a De la Rúa”.

Tres puntos del mapa. Hace 20 años. Tres hechos políticos intensos. La política, antes y después de ese diciembre de 2001, estaba en la calle, vibrante, potente. El contexto dramático avivaba el fuego, en Entre Ríos, en todo el país. Antes hubo estatales y docentes con meses de atraso salarial, movilizaciones todos los días, bombas de estruendo, gomas en llamas, mucho bombo, cantos con megáfono en torno a una Casa Gris blindada por  uniformados armados hasta los dientes.

Hubo una economía ahogada en bonos federales. Hubo los clubes de trueque, los piquetes, hubo las asambleas barriales (la de Plaza Alvear, la Vecinalista, la del Padre Kolbe) ensayando nuevas reglas, probando la horizontalidad hasta el delirio. Hubo partidos fijando posición, hubo organizaciones de la sociedad civil presentes en todo acontecer social. El peronismo en la calle, inmerso en los gremios, los barrios, las organizaciones sociales, atento a la demanda creciente de la comunidad. Había algo para hacer, juntos, ser un sujeto de este país, hace 20 años, era encontrarse con otros.

Se dijo después, con el diario del lunes, desde el sosiego que sólo llegó en 2003, que aquellos tiempos irreconocibles con las categorías conocidas fueron balbuceos de la política, estertores de un hacer colectivo que solo sería potente después. Tal vez. Puede ser. Pero en todo caso, tras el voto bronca que el 12 de septiembre sorprendió en las urnas, sin ecos en la calle, sin debates relevantes en los partidos, ni en los medios, ni en los grupos de Whatsapp, aparece la pregunta por la política, la de la calle, la de la gente movilizada, resistiendo más retrocesos, yendo por más derechos.

 

Cauce institucional

 

Mayo de 2003. El Estado acciona la poderosa maquinaria para encauzar el debate, absorber, responder, adaptar los conflictos, los reclamos. Todo con la marca inesperada de Néstor Kirchner. En Entre Ríos no habría sorpresas. Jorge Busti, y el peronismo, iniciaban su tercer período en la Casa Gris.

Una síntesis de ese proceso se expresó en una jornada histórica que iba en línea con lo que pasaba a nivel nacional. Cambiar la Justicia, transparentar los mecanismos de selección de magistrados, garantizar la participación de la sociedad civil en esos procesos. Se abrieron las puertas. Pues bien. Pasemos. En la antesala al recinto de la Cámara de Diputados un centenar de personas participan de una suerte de asamblea de representantes de organizaciones de la sociedad civil. Están allí para darse una organización, unas reglas de juego internas, definir quiénes serían los dos delegados de ese ámbito asambleario -otro más de entonces- ante el flamante Consejo de la Magistratura. Los jueces ya no se elegirían en sesión secreta del Senado, sino con concurso previo y con una entrevista de la que será parte “el pueblo” a través de su representación en el cuerpo colegiado, militantes sociales entre demasiados abogados, pero no importaba. La puerta que se abría tentaba a muchos, aunque no hubiera paga para el puesto.

El lanzamiento del Consejo de la Magistratura entrerriano fue bendecido con la presencia en la ceremonia de Eugenio Zaffaroni, el primer ministro de la Corte electo bajo el reformado reglamento de la Cámara de Senadores que previó la sesión pública y la apertura de impugnaciones y avales a los candidatos a jueces de la Corte. El propio Busti, en calidad de senador nacional, había presidido la Comisión de Acuerdos que puso en práctica el nuevo procedimiento. Viene a cuento el Consejo de la Magistratura porque el organismo ha sido un tester, con el tiempo, de los procesos políticos en la provincia.

 

La política en tractores

 

2008 fue otro año que pasó a la historia. Fue el campo el que se quedó con la calle. Y las rutas, en rechazo a las retenciones móviles. Alfredo De Ángeli quedó en primer plano en la pantalla porteña, expresando “la mesa de los argentinos”, el campo, los entrerrianos. Los piqueteros cambiaron de bando. “Armen un partido”, los desafió Cristina Fernández de Kirchner desde la Rosada. El peronismo, corriendo de atrás, intentando entender, buscaba llenar su plaza, dividir la cancha, mostrar la grieta que ya estaba y que se profundiza ordenando todo el debate político, partiendo las aguas respecto a cualquier asunto.  “Armen un partido”. Se armó en base a la osamenta del radicalismo, tendido a la espera de mejores futuros, en el suelo de todo el país y en todo el territorio de Entre Ríos. Se oxigenó con la fractura del peronismo.

Armaron un partido, fueron parte del Estado, fueron gobierno. La fuerza que arrancó como de centro derecha, que hoy es de derecha sin avergonzarse, jamás abandonó la calle. Ni la calle ni el lazo con organizaciones sociales y empresarias que desde entonces, para acá, pasaron a ser actores del debate político. En Entre Ríos fue en etapas. Hubo primero una recuperación del radicalismo para un triunfo, en 2009, que llegó a tres dirigentes que eran, entonces, más “agrodiputados” que rostros conocidos del partido centenario. La política de los tractores va a las urnas con sello radical y se alza con tres bancas, la de Atilio Benedetti, hombre de la agroindustria que pasaría a protagonizar la vida partidaria por más de una década; y las de Hilma Re y Jorge Chemes, referentes de la Sociedad Rural y Federaciones Rurales de Entre Ríos, respectivamente. La consolidación de una fuerza política de la derecha, que no abandonara la calle, tuvo otro paso en 2013, con la llegada al Senado de la Nación de De Ángeli por el PRO en alianza con el peronismo disidente.

 

La comunidad organizada

 

La derecha llegó al Estado por las urnas. Tuvo su partido, su coalición, insinuó su rumbo económico en cuatro años de gobierno de Mauricio Macri. Nunca abandonó la calle, ni en pandemia. Estuvieron las marchas coronadas con la quema de barbijos. Los “banderazos” en cada feriado patrio que justifique distorsionar sentidos sobre la patria, la bandera, la democracia, la república, la libertad cuando la consigna era “quedate en casa” desde el discurso oficial. No abandonó la calle pero además logró plasmar su agenda en las organizaciones empresarias de Entre Ríos. Desde 2008 para acá, desde el conflicto del campo, las organizaciones patronales han pulido las redes que las articulan, han fortalecido su producción de conocimiento, su generación de estadísticas para fundar sus posiciones.

Las organizaciones patronales han despabilado su articulación con la política, han fijado posición sobre cada uno de los temas en debate, con más presencia que los partidos que expresan sus intereses. Opinan sobre asuntos que hacen, directamente, a sus propios intereses (retenciones, incremento de impuestos, controles a los mercados en los que actúan). Pero no se desentienden de la agenda política en general, como la Justicia o la Caja de Jubilaciones de la provincia.

Algunos ejemplos. El Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER), junto a Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (Farer), la Sociedad Rural y la Federación Entrerriana de Cooperativas (Fadeco) han aceitado su dinámica para emitir documentos, por ejemplo, en rechazo a que el Estado tenga un representante en el Consejo Provincial del INTA, organismo que financia el Estado y del que sí son parte las organizaciones que firman el texto. Hubo una expresión que sumó también a la Bolsa de Cereales, la Bolsa de Comercio, la Cámara de Comercio Exterior, la Corporación para el Desarrollo, la Unión Industrial y la Federación Agraria para impugnar el debate de la ley del Ministerio Público Fiscal. Se advirtió la necesidad de que el organismo no quede a merced de “la mayoría gobernante”.

También se quejaron cuando se incrementó la tarifa de la luz porque supuso un “salto inesperado en los costos del sector privado”. En ese texto, se puso el foco en el componente impositivo incluido en la boleta, la consabida “presión tributaria”.  Las organizaciones convocaron, juntas, a una exposición para conocer en detalles los puntos salientes del Presupuesto, con eje en el impacto de la cuarentena en la economía y en enfocar en los rubros a los que se destinó “el gasto público”.

En tiempos de Mauricio Macri no se desatendió la presencia en el debate público. Fue cuando, por caso, las organizaciones del campo salieron en defensa del gobierno nacional ante expresiones del peronismo que pretendieron explicar la crisis de Concordia en las medidas económicas de ajuste. Decíamos que el Consejo de la Magistratura ha sido un tester. ¿Quién elige los jueces? En las últimas integraciones se han turnado en uno de los dos puestos destinados a la sociedad civil el referente de Federación Agraria, mano derecha de De Ángeli, Alfredo Bel; y los integrantes del Consejo Empresario, Juan Diego Etchevehere y Patricia Popelka. La primera consejera por la sociedad civil fue una maestra, dirigente sindical docente, Gilda Vargas.

 

Retrocesos, dentro de casa

 

No fue igual la dinámica de los trabajadores, los sindicatos, los pobres de toda pobreza y los partidos que pretenden representarlos. 2015. Llegó Mauricio Macri a la Rosada. Cierto es que los movimientos sociales activaron, el movimiento feminista desbordó las calles, hubo jornadas históricas de resistencia como la del rechazo a la reforma previsional o contra el fallo de la Corte Suprema que concedió el beneficio del 2×1 a los genocidas en prisión.  En Entre Ríos, desde entonces, la versión del peronismo fue la de Gustavo Bordet. Una construcción política despejotizada, un discurso “sin conflictos”, una voluntad de “reparar” los recortes que imponía la era de Cambiemos a las políticas sociales. La política, a cargo del Estado, administrada por el Estado. Los partidos cerrados, las organizaciones sociales a media máquina, la demanda creciente tramitada en un expediente.  Una versión del peronismo que funcionó en las urnas pese a que mantuvo a la militancia en la casa y a la dirigencia rumiando lo suyo, teléfono en mano. 2019. Llega a la Rosada un presidente elegido, antes que por las urnas, por una lideresa que sabe que no puede, que no llega sola. La militancia la ve por TV, opina en redes sociales. Tres meses después, la pandemia refuerza el cierre de los partidos, la desmovilización, la política en pantalla, el debate en grupos de Whatsapp. Por debajo de la quietud, crece la desesperación, el cierre de las pymes, el desempleo, la tramitación individual de la decepción. No hubo calle que lo expresara. Hubo un día para ir a votar. Y un resultado electoral que vomitó el estado de cosas. 20 años más tarde, en una situación económica y social no tan distinta a la 2001, la política “supo” recién cuando se abrieron las urnas. Antes, intuyó pero no tanto. Antes, la militancia fue convocada a conectarse por streaming; antes, hubo quienes se quedaron en casa con la sensación de que no se esperaba nada de ellos. Y las urnas dijeron que la coalición UCR -PRO ya encontró más o menos una forma estable para enfrentar al peronismo y a los sectores populares, con un 52% de los votos. Dijeron las urnas que el peronismo, unido, fue vencido y obtuvo el 29% de los sufragios. Fueron 209.210 votos menos que dos años antes cuando el PJ logró la reelección de Bordet con un caudal histórico. Dijeron las urnas que hubo 313 mil entrerrianos que no fueron a votar, que tuvieron otro plan para un domingo de elecciones. Está por verse si deja cicatriz el cachetazo. Está por verse si el estallido, sólo en las urnas, convoca a abrir la puerta. A ver qué pasa allá afuera.