El saqueo del río

Entre Ríos tiene alrededor de 3 mil pescadores, entre artesanales y comerciales. Los primeros venden en puestos callejeros o informales a comedores y pescaderías chicas; los otros llevan su producción a los cuatro frigoríficos ictícolas que tienen base en la provincia. Esta actividad, comercial pero también de raigambre cultural y que pinta nuestro paisaje, está afectada por la bajante histórica del río. En este panorama deben convivir la decisión de cuidar el ambiente, tanto como el recurso natural, y la necesidad de comprender la actividad económica.

Por: EXEQUIEL FLESLER

Fotografía: Raúl Perriére

Desde 1944 que el río Paraná no experimenta una bajante tan severa como la que se vive en este presente que preocupa y alarma. Se ve en el río mismo, si se lo mira. Las postales de la ciudad de Paraná ya no son las del caudaloso torrente marrón que inspiró a los poetas, permitió el comercio y nutrió las mesas de las mujeres y de los hombres con sus pescados característicos. Hoy, en cambio, las fotos muestran extensos bancos de arena que emergieron en medio de lo que era solo agua. La imagen, aunque bella, es triste para cualquiera que conoce el contraste de ambas y que, en efecto, sabe de sus consecuencias.

Las ciudadanas y los ciudadanos la sufren. Con el cambio en la morfología del río, la economía que transita por él a través de lo que se conoce como hidrovía resiste con las modificaciones y las ciudades trabajan en adaptar las tomas para seguir utilizando el agua para consumo humano. La pesca, como recurso económico (tanto industrial como artesanal) y cultural, también se afectó.

La pesca, sobre todo de río, tradicionalmente sirvió para abastecer las demandas de las poblaciones costeras, ya sea para consumo de los mismos pescadores, de los comedores o la venta en pescaderías. Pero la pesca comercial, y sobre todo para exportación, cambió el paradigma. Se extrae y se lleva sin miramientos un recurso natural autóctono. No es fácil encontrar una actividad similar donde el capitalista se lleve para comercializar un recurso sin dejar nada. Absolutamente nada. Un ecologista esbozó una comparación aceptable: el emblemático caso de La Forestal, esa compañía inglesa instalada entre Chaco y el norte de Santa Fe que entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX explotó los extensos bosques de quebracho que había en esas provincias para producir tanino. Cuando donde existían árboles solo se vio desertificación, la empresa se fue del país, en la década de 1960. Suena alarmante. Quizás exagerado. Un sábalo no es un quebracho y la dinámica de recuperación de las especies no tiene comparación alguna. Sí tiene comparación el sistema de negocios. Pensar un frigorífico ictícola exportador como una empresa que extrae recursos y deja poco y nada. Claro, en el medio hay que atender la situación de otros actores, como los pescadores.

Sobre la situación del río, el ingeniero agrónomo Mariano Farall, director de Recursos Naturales del Ministerio de Producción de Entre Ríos, cuenta que la provincia “trabaja desde el primer día de gestión en aplicar políticas públicas y un plan de acción de monitoreo y fiscalización tendientes a resguardar el recurso ictícola ante esta coyuntura”. En este sentido, explica que “esta tarea se desarrolla en conjunto con los organismos encargados de la fiscalización de dicha normativa, como la Dirección General de Fiscalización de la Provincia, la Prefectura Naval Argentina, la Policía de Entre Ríos, la Brigada de Control y Prevención de Delitos Rurales y la Gendarmería Nacional” y ello se concreta “en la implementación de distintas medidas precautorias en la cuenca del río Paraná tendientes a preservar el recurso ictícola, clave para el desarrollo de las economías regionales y el turismo en la provincia”.

Organizaciones ecologistas y conservacionistas objetan esta mirada. Marcan que los controles son insuficientes, cuando no inexistentes. “Recursos Naturales no tiene ni una lancha”, denuncian. Al respecto, aunque yendo más profundo, Gabriel Ducasse, referente en Entre Ríos de la Asociación de Pescadores Deportivos del Litoral (APDL), opina que “acá hay que sacar el elefante del bazar que es la exportación”.

Así, la exportación de pescado, mayoritariamente de sábalo, vertebra el eje principal de todos los debates. “Las asignaciones dadas para la exportación de pescado de río se mantendrán con las restricciones en los mismos valores de asignación mensual, lo que significa no innovar en el cupo asignado a las empresas frigoríficas radicadas en la provincia de Entre Ríos, al menos por los siguientes meses, de manera que el cupo total de exportación anual en 2021 será el más bajo en más de una década”, señala Farall, de la Dirección de Recursos Naturales. Recordemos que la Comisión de Pesca Continental del Consejo Federal Agropecuario estableció una reducción del 50 por ciento para el cupo de exportación habitual, ubicándolo en 531,5 toneladas mensuales para las 15 plantas frigoríficas con mercado externo en la cuenca del rio Paraná. Así, se llegó a una asignación de exportación reducida en 214,3 toneladas de sábalo (40 por ciento del total asignado a la exportación).

“Estas medidas produjeron un acentuado descenso de la extracción anual de peces, que para el año 2019 se ubicaba en alrededor de 12 mil toneladas de sábalo y especies acompañantes extraídas en la jurisdicción provincial. Según el Sistema Gestor de Guías y Removidos de la Provincia de Entre Ríos, la aplicación de cupos de extracción ha marcado una reducción en la extracción y acopio de pescados del río Paraná interanual 2019-2020 de aproximadamente el 40 por ciento”, detalla Farall.

“Es una falacia”, dispara Ducasse, relativizando la importancia del cupo, y argumenta: “Lo único que han reducido es el cupo de exportación. Nosotros somos el único país del mundo que exporta peces salvajes (en rigor, ahora se sumaron con poco la República Oriental del Uruguay y la República del Paraguay). El supuesto recorte que hace el Estado provincial es con la guía de removido (Sistema Gestor de Guías y Removidos), algo no reglamentado y muy vidrioso”, para cerrar diciendo que “es como si fuera una declaración jurada”.

“Sube un poquito el agua y no sé de dónde pero aparece el pescado”, nos cuenta Ricardo Ortega, citando a su papá, “que es pescador de toda la vida”. Ortega es acopiador de pescado en Diamante y oficia de vocero de los pescadores comerciales de la zona. Sobre la anécdota de su padre, agrega: “Y así fue. Real. Subió un poco el agua y apareció un hermoso pescado”.

Entre Ríos tiene alrededor de 3 mil pescadores, entre artesanales y comerciales, según el Gobierno. Sin embargo, desde organizaciones conservacionistas advierten que son entre 4 mil y 5 mil y que “en realidad no se sabe porque no hay un censo fidedigno y confiable de pescadores”. En este sentido, desde la organización Humedales sin Fronteras presentaron un pedido de acceso a la información pública, que aún no fue respondido, para conocer con certeza estos datos.

Los pescadores artesanales venden en puestos callejeros o informales, a comedores y pescaderías chicas; los otros, los comerciales, llevan su producción a los cuatro frigoríficos ictícolas que tienen base en la provincia. Esta actividad, comercial pero también de raigambre cultural y que pinta nuestro paisaje, está afectada por la bajante histórica del río. En este panorama deben convivir la decisión de cuidar tanto el ambiente como el recurso natural y la necesidad comprender la actividad económica. Los pescadores comerciales del río Paraná llevan a cabo su trabajo fundamentalmente en los departamentos Victoria, Gualeguay y Diamante. También, algo, en la zona de Villa Paranacito, en el departamento Islas del Ibicuy. Ahí está “la zona fuerte de la pesca comercial”, describen las autoridades y coinciden los pescadores consultados.

Los pescadores que mencionábamos venden su pesca a alguno de los cuatro frigoríficos ictícolas de la provincia. Estos son Epuyen, Curimba, Pesquera, de la ciudad de Victoria; y Lyon City, de Diamante. Estas plantas emplean a más de cuatrocientas personas de forma directa y se calcula que otro tanto de manera indirecta, como el caso de fileteros, transportistas y acopiadores. El empleo, en un contexto de escasez, juega un rol, cuando no determinante, muy decisivo en la toma de decisiones tendientes a la preservación del recurso natural. Estos cuatro frigoríficos forman parte de un conjunto de 15 plantas en la Cuenta del Paraná en Argentina (Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, como principales productoras), pero desde nuestra provincia sale entre el 50 y el 60 por ciento del cupo total, según algunos cálculos, dependiendo del año.

 

Criterio holístico

 

“Al río no se lo puede mirar como una foto del momento. Hay que mirarlo como un video de lo que viene sucediendo y de lo que va a suceder. Con un criterio holístico. Y mirándolo de esa forma la situación es alarmante. Si bien hoy, y siempre, sale algún pescado, eso no es indicador de que la salud del río y de la pesquería es buena”, advierte Ducasse, y explica: “Lo que tenemos en cuenta para decir que no es buena la situación de la pesca y de los peces, sobre todo, son las posiciones de malas a negativas de reproducción en los últimos años”.

La región está entrando en el tercer período sin reproducción normal (2019, 2020 y 2021), y teniendo en cuenta que de septiembre a diciembre son las reproducciones, “salvo que en septiembre ocurra un milagro, la situación no mejorará”, aporta Ducasse. Se recuerda que en 2017 y 2018 la reproducción fue “muy mala” y que la última reproducción exitosa fue la de 2015 a 2016. Por esto, “desde lo biológico, es preocupante teniendo en cuenta que no se aflojó ni un poco la pesca comercial”, agrega el pescador y militante ecologista.

Los especialistas explican que para criarse los peces dependen de que las llanuras de inundación, el valle aluvial, estén con agua. Ahí es donde se crían los peces que nacen en el cauce principal, pero necesitan tener la planicie con agua para sobrevivir. Precisamente lo que falta ahora y desde hace dos años.

 

La política y las familias

 

“La fuga de los bienes públicos deja atrás toda una tanda de gente pobre. Porque esto no es solamente una cuestión biológica. Es biológica y social. La exportación de pescado no le está mejorando la vida a nadie. Al contrario, está destruyendo un ecosistema, generando 10 mil familias pobres en Entre Ríos y en Santa Fe, con los bienes públicos y sin sustento biológico”, evalúa Ducasse. Sobre este punto, Ortega aporta: “Yo entiendo al que va a pescar, que no saca nada, se frustra y busca culpables. Creo que hay que fijarse un poquito más allá, porque las grandes bajantes son por la deforestación del Amazonas y las represas que cada vez hay más y son más grandes por la demanda de energía. La manta es corta y se tironea de un lado al otro. Y en el medio, las familias”.

“Se hizo un trabajo a conciencia para preservar, en esta situación tan especial, el trabajo y el cuidado de nuestro recurso. Cuando dicen que se depreda o que es excesiva la pesca, hay que entender que entre las 60 mil toneladas que se sacaban en algún momento, a lo de hoy, es una reducción notable. Porque uno no piensa solamente en las empresas sino en la cantidad de pescadores que tenemos”, lee el momento Pablo Gudiño, coordinador de Pesca de la provincia de Entre Ríos.

 

Pornográfico

 

“Somos espectadores de lujo del mayor latrocinio de la historia. Es literal la fuga de los bienes públicos. Es algo netamente extractivo. La minería, también extractiva, tiene empleados en blanco. Acá son todos empleados en negro. Ocho mil pescadores que viven sin relación de dependencia. Ocho mil empleados en negro que viven debajo de un silobolsa. Es pornográfico”, cierra Ducasse.

Farall reconoce que “este panorama adverso trae aparejadas dificultades a la hora de la preservación del recurso ictícola, producto de la pérdida de sus nichos ecológicos, y a su vez queda vulnerada la cadena de la pesca, complicando la situación económica de los pobladores ribereños que viven de la actividad para el sustento de sus familias”. Por eso marca que es “un trabajo sin pausa, entendiendo la realidad a la cual nos enfrentamos y sus efectos multidimensionales”.

 

Una alternativa

 

La acuicultura es la crianza de peces en lagunas o en jaulas en los cursos de agua. Puesto que en la provincia está vedada a la pesca artesanal, comercial y deportiva del pacú (Piaractus Mesopotamicus), es este pez el que comenzó a cultivarse en Entre Ríos. La provincia tiene potencial para crecer en la acuicultura, que radica, fundamentalmente, en la disponibilidad de agua, el acceso a productos y subproductos agropecuarios y el tipo de suelo predominante que favorece la retención de agua.

Un caso es Pacuar, que cría pacúes en 12 lagunas en un predio de algo más de cinco hectáreas en Espinillo Norte, en Paraná Campaña. En este caso, toda la producción se comercializa por venta directa con proyección al mercado mayorista.

Durante el año 2019, la contribución de la provincia al sector acuícola nacional fue solo del 0,38 por ciento, unas 150 toneladas.

En la provincia hay entre 10 y 15 establecimientos acuícolas productivos, algunos de los cuales están funcionando como demostradores en el proceso de difusión de la actividad. Existen tres estaciones de investigación: una en La Paz, fruto de un convenio entre el Ministerio de Producción y la Municipalidad; otra en Concordia, conocida como El Alambrado, que se puso en marcha tras un acuerdo entre el INTA y la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande; y la de Diamante, que depende del Centro de Investigación y Transferencia Tecnológica administrado por el Conicet, la UADER y la Provincia.