La chancha y los veinte (chanchitos)

Entre Ríos trabaja en ampliar la producción porcina, una actividad que incluye tanto a productores comerciales como a escalas familiares, mientras todos observan el fantasma de las megagranjas chinas. El desafío de seguir siendo un alimento accesible para el mercado interno. El mapa productivo en números. Ante la activación del proyecto, Cicatriz trae a la web un fresco publicado en la revista #1.

Por: EXEQUIEL FLESLER

Fotografía: Raúl Perriere

¿Cómo es una granja porcina? La primera imagen que se nos aparece en la mente, si intentamos imaginar un lugar con muchos cerdos, todos juntos y amontonados en el mismo lodo, es la de suciedad y desorden. El olor de los chanchos, también aparece en el imaginario. Pues no. O no tan así.

Una granja porcina es un espacio, por sobre todas las cosas, ordenado. Un sitio donde todo debe funcionar con precisión quirúrgica para que las sucesivas etapas de la producción no se estanquen o, peor aún, la fase que le sigue a aquella en la que se inició el eventual desperfecto no se convierta en una tragedia. Orden y precisión, podría ser la consigna de las granjas, emulando la filosofía positivista de Augusto Comte. Las granjas se van adaptando (el progreso) a las demandas del mundo pero sin romper drásticamente las reglas de las producción (orden). La primera demanda es más carne, más proteína animal que requieren a los gritos los habitantes de la parte del mundo que más crece y también con más potencial de crecimiento: China. Otra demanda, quizás más ligada a Europa central, es la calidad de la carne y el cuidado puesto en los modos de producción. La sustentabilidad de las distintas etapas de la producción agropecuaria (desde la siembra de granos, la cría e, incluso, los cuidados en la faena), el cuidado de los animales, la alimentación y la medicación, entre otros aspectos. Así las cosas, la apuesta es abastecer el mercado interno de carne de cerdo y hacer crecer en la medida de lo posible el consumo; dar respuesta a la demanda de países como China y, a la par de todos estos desafíos, preparar el modelo para que sea aceptable según los estándares tanto comerciales como éticos del siglo XXI. Un desafío de dimensiones planetarias y que involucra la participación de muchos sectores y actores de la sociedad que habitualmente hablan distintos idiomas: productores, sector financiero, frigoríficos, gobiernos, empresarios, ambientalistas, consumidores.

Este es el desafío que transita la provincia de Entre Ríos, que es, junto con Santa Fe y de Córdoba, una de las que compone la Región Centro, un territorio subnacional con un Producto Bruto Geográfico que equivale al 18 por ciento del Producto Bruto Interno de la Argentina, lo que marca la importancia relativa en el país. Claro que Entre Ríos es la hermana pobre de la tríada, con menor desarrollo industrial, menos consumo como consecuencia de la menor población, aunque con una ubicación geográfica que la torna estratégica en las rutas comerciales, como el corredor bioceánico e hidrovías, que se complementan con la red de caminos internos. Aunque esta última tiene complejidades signadas por déficits en la infraestructura de rutas y caminos provinciales que significan dificultades para la instalación de granjas productivas en determinadas regiones de difícil acceso, según marcan los productores agropecuarios de la provincia.

“Es uno de los sectores con un desarrollo muy interesante donde conviven dos tipos de emprendimientos: uno familiar, de pequeña y mediana escala con algunos años de antigüedad en el sector; y, en la última década, algunos de ellos con líneas de financiamiento del bicentenario del gobierno de Cristina Fernández, con una escala mayor y con una tecnología mayor. Es un sector a promover su crecimiento y desarrollo contemplando estas dos realidades distintas. Tenemos que tener políticas activas para contener a aquellos emprendimientos que son de escala mediana o familiar, con el acceso a financiamiento, tecnología, manejo sanitario y genético. Y con los emprendimientos más grandes trabajar para conseguir líneas de financiamiento y medidas para que esta producción sea sustentable y amigable con el medio ambiente. Porque se puede lograr todo, no es una cosa o la otra”, describe a Cicatriz Juan José Bahillo, ministro de la Producción de la provincia, con especial mesura en el decir y la intención, en cada párrafo, de dejar en claro la intención de cumplir con la idea de sustentabilidad.

 

¿Cómo está la producción de cerdos?

 

La producción de cerdos en Argentina ha crecido de manera sostenida en los últimos diez años, apuntalada por desarrollos en sanidad, genética, nutrición animal e infraestructura. Como consecuencia de ello, a la par de este crecimiento también se vieron incrementadas las exportaciones.

Entre Ríos participa con un 4,2 por ciento en la producción de cerdos mediante unidades productivas, ubicándose en el cuarto lugar a nivel nacional, detrás de Córdoba (29 por ciento), Buenos Aires (28,3 por ciento) y Santa Fe (17,5 por ciento). El crecimiento de la última década también se registró en la provincia, triplicando la producción.

Actualmente hay unas 26.990 madres en producción, de las que se obtienen alrededor de 47.000 capones mensuales, según un informe de la Dirección General de Producción Animal y la Coordinación de Avicultura y Porcino del Ministerio de Producción, Turismo y Desarrollo Económico de Entre Ríos.

La provincia tiene 165 granjas comerciales, en donde se encuentran granjas de 100 animales en stock, hasta granjas con un stock de más de 32.000 animales, lo que demuestra la diversidad en cuanto a características de cada una de las unidades productivas.

Una forma de observar la conformación geográfica de la producción porcina es a través de la distribución de las granjas comerciales en los diferentes departamentos de la provincia. Según números de 2019, en el departamento Paraná se concentra el 27 por ciento de las granjas, luego se encuentran Uruguay con el 17 por ciento, Gualeguaychú con el 9 por ciento, Colón con el 8,5 por ciento, Nogoyá con el 7,5 por ciento, Villaguay y Gualeguay con el 5,5 por ciento, Victoria con el 5 por ciento, La Paz con el 4 por ciento y Federal con el 3 por ciento.

Estos datos, y la distribución de ellos leídos en el mapa entrerriano, dicen mucho y permiten sacar conclusiones y proyecciones para el futuro inmediato. Pensar el futuro de la producción. Podemos ver, si ponemos los números en el territorio, zonas con más granjas y otras con menos, con mayor o menor intensidad en la producción. En definitiva, mayor o menor eficiencia.

Ahora bien, la idealidad y la realidad no siempre funcionan armoniosamente. Desde la administración de Gustavo Bordet suele hablarse de “corregir las asimetrías productivas de la provincia”, un objetivo tan noble como deseable pero que requiere de esfuerzos y tiempos que, muchas veces, no son coincidentes con la vertiginosidad de los movimientos macroeconómicos de la Argentina y de las políticas de los gobiernos y, en consecuencia, hace complejo seducir a inversores para que concreten proyectos en regiones, por ahora, menos eficientes en distintos términos.

Desde la perspectiva del gobierno, ¿cómo incentivar la producción en zonas con menor densidad productiva entonces? “Uno de los elementos es un cuadro tarifario diferencial. Si vemos una densidad productiva muy fuerte de la avicultura, el sector porcino, la lechería y el feedlot en el departamento Paraná, Diamante, Victoria, Nogoyá, Uruguay y Colón, también con una densidad importante, desde el punto de vista sanitario sería prudente ir desarrollando otras regiones. En el norte, el Cierre Norte Energético es necesario, después los caminos, la infraestructura y la necesidad de la conectividad a internet, que hoy es imprescindible”, sugiere y propone Bahillo.

Si bien entendemos, desde la visión de la corrección de las asimetrías en la distribución geográfica de la producción, que sería razonable incentivar la instalación de granjas en el norte entrerriano, sabemos también que no se pueden promover transformaciones económicas en un territorio sin que causen, directamente, impactos en la sociedad.

En este sentido, el empresario Alejando Di Palma planteó algunas objeciones. Piensa a la Ruta Nacional 18 (donde está Bioder, establecimiento productor de cerdos de su propiedad) como “un gran parque industrial a cielo abierto”. Y para fundamentar su idea da argumentos: “Se necesita generar empleo privado que vaya sustituyendo al empleo público, que es la mayoría del trabajo”. Marca más adelante que “los desarrollos productivos deben ser sustentables en todo sentido. En lo social, en la generación y disponibilidad de mano de obra y, claro, en lo económico entre otros aspectos”. Uno de estos puntos, la disponibilidad de mano de obra, es un argumento a favor de la instalación de granjas en zonas cercanas a los grandes centros urbanos. También lo es la accesibilidad, tanto para el ingreso de los alimentos como para sacar la producción. Del mismo modo que la disponibilidad de energía, tanto de la red eléctrica como de gas natural de red o envasado.

Si el Estado pretende la reconfiguración productiva debe obrar en el sentido de favorecerlo. Por ejemplo, según marcan los productores, promover beneficios impositivos para la instalación de granjas en los departamentos con menor intensidad, regular el acceso a créditos en el sistema bancario a tasas competitivas, desarrollar la infraestructura vial y el sistema energético.

La provincia de Entre Ríos aloja alrededor de 270.000 animales en stock de categoría comercial, el 73,5 por ciento de la producción (lo que equivale a casi 200.000 animales) está concentrado en 25 granjas, lo que representa un 15 por ciento del total de establecimientos y el 26,5 por ciento del stock productivo, que equivale a alrededor de 72.000 animales, se encuentra distribuido en el 85 por ciento de las granjas restantes. Teniendo en cuenta estos datos, “podemos expresar que la distribución de la mayor parte de la producción de carne de cerdo en nuestra provincia, está concentrada en 25 granjas productivas comerciales”, observan desde el área gubernamental de Producción.

El aumento de la producción es deseable y, en este sentido, existe una definición política desde el gobierno que es la de “alentar el crecimiento del sector que produce carne porcina, es decir, las granjas”. Pero, a renglón seguido, se hace una aclaración: hacerlo “de la mano de empresarios entrerrianos”.

Por otra parte, según datos que podemos procesar tomando los archivos del Centro Regional Senasa Entre Ríos, el stock total de porcinos para el mes de junio de año 2020 es de 432.068, distribuidos a lo largo y ancho de toda la superficie provincial.

 

Visita a una granja

 

El establecimiento de cerdos Bioder, que se encuentra a unos treinta kilómetros de Paraná y emplea a 13 operarios, abrió sus puertas a Cicatriz una calurosa siesta de febrero. El vehículo en que se llega al lugar debe estacionarse fuera del alambrado que rodea el campo y, ahí sí, se permite el ingreso. Una vez adentro, siguiendo estrictos protocolos sanitarios, todos los trabajadores se colocan un mameluco esterilizado y botas de goma, ya que de este modo se protege a los animales de cualquier patógeno que pudiera venir del exterior con la ropa o en el calzado. Un descuido, por mínimo que sea, puede malograr la producción, explica Julio Quinteros, el encargado de la granja que en esta oportunidad hace las veces de amable guía.

Esta granja realiza el proceso completo de producción. Desde la cría hasta el engorde y venta de animales terminados para la faena y también la producción del alimento que consumen los cerdos.

Para la producción del alimento compran maíz y dos derivados de la soja: harina y aceite; además de otros suplementos ya elaborados que se utilizan para las primeras etapas de desarrollo de los animales. En este eslabón, que está automatizado y en donde hay una balanza, un aparato para la molienda y otras máquinas, solo se colocan las fórmulas que preparan los veterinarios y los técnicos en producción para fabricar el alimento para toda la granja.

Como la producción es continua, deben lidiar para conseguir la materia prima. Con la soja (ya sea harina, expeller o aceite) no suele haber problemas. En cambio, sí los hay con el maíz. Se menciona que debe ser de grano colorado y no amarillo y que no debe superar el 14 por ciento de humedad. Claro que esto es cuando se consigue. Los paros del transporte y las fluctuaciones en los precios internacionales del grano que impactan en las decisiones de venta o no para el mercado interno son algunas dificultades. A estas habitualidades se les suman, también con una frecuencia mayor a la deseada, las disputas entre el gobierno nacional y el sector agropecuario que repercuten en las decisiones de venta y, en definitiva, en la posibilidad de alimentar los cerdos de las granjas entrerrianas.

Cada sector tiene galpones para las distintas etapas evolutivas de los animales. En una primera estación están las reproductoras, que esperan ser inseminadas para quedar preñadas ni bien entren en celo, un ciclo que se repite 2,5 veces por año y que se dará por un tiempo ideal de siete años, aunque algunas buenas madres pueden llegar a diez antes de ser vendidas para la elaboración chacinados. Cerca de este galpón está el lugar de los padrillos, a los que se les extrae semen diariamente para ser analizado en un laboratorio lindero. Además, se compra tanto semen como madres de otras granjas para mantener la calidad de la genética. Es un equilibrio que se va evaluando constantemente en base a la observación y a las anotaciones que se hacen sobre cada animal y que se cargan en un sistema único de información.

Una vez que las madres salen de aquí, ya preñadas, son alojadas en la sala de maternidad. En este lugar, como en todos los estadios, la temperatura es controlada mediante humedad y con un sistema de apertura automática de la ventilación en tanto sea necesario. Además, se utilizan lámparas eléctricas para los lechones durante los 21 días que pasan con las madres antes de ser trasladados al siguiente galpón mientras las madres vuelven al sector en donde se espera que entren en celo nuevamente para ser inseminadas, cosa que debe darse en alrededor de una semana de tiempo.

Los lechones, en estos primeros 21 días en que los machos son capados (castrados) al tercer día de vida, son alimentados las dos primeras semanas con leche materna y luego se los va incentivando a comer alimento sólido. La temperatura en este sector es tan precisa que se busca que el ambiente sea más fresco para las madres y más cálido para las crías, aunque todos están en el mismo corral.

Salidos del calor de las madres, pasarán por otros tres galpones en donde recibirán distinta alimentación hasta llegar a 115 kilogramos en un lapso de 171 días. Estos son números ideales que pueden variar pero que se trata de cumplir para no perder eficiencia productiva. Pasado ese período, son cargados en un camión y, en el caso de este establecimiento, trasladados a un frigorífico en la provincia de Buenos Aires para la faena. Los 115 kilogramos de animal vivo se convertirán 84 kilogramos de carne que una vez troceada estará lista para el consumo en las góndolas de los supermercados o carnicerías. Esto si la genética y la alimentación no fallaron. Otro elemento a destacar es que por cada día que pasa por sobre el establecido, la conversión de proteína vegetal en carne ya no es óptima y los animales comienzan a producir grasa, lo que torna la producción de menor calidad, además de ser menos rentable.

Por último, algo que no se da en todas las granjas aunque es un elemento que el mundo hoy reclama, es que éste establecimiento completa el ciclo tratando el agua y los desechos en cuatro lagunas de decantación y tratamiento. Además, los residuos sólidos resultantes son utilizados como abono orgánico por productores agrícolas vecinos.

 

Mercado externo y China

 

Un proyecto que sacudió tanto a productores como ambientalistas fue la idea de que inversores y desarrolladores chinos instalaran megagranjas de cerdos en la Argentina y dos de ellas en Entre Ríos.

“El acuerdo con China lo promovió la Cámara Argentina Productores de Cerdos en octubre de 2019, que lo firmó el gobierno anterior (bajo la presidencia de Mauricio Macri). El gobierno actual lo mejoró muchísimo en términos de requisitos y criterios ambientales y en exigencias genéticas, porque la genética del sector porcino argentino es muy buena”, comienza diciendo al respecto Bahillo. “¿Qué logramos? Se levantó el estatus, fuimos viendo cómo incorporar al pequeño y mediano productor y el tema sanitario porque la escala tan grande en una sola inversión no nos convencía mucho. Preferimos una escala menor y más diversificada en actores. Llevamos esta inquietud (a Cancillería y a Agricultura) y simultáneamente hubo una positiva reacción de los empresarios entrerrianos. Lo que pensamos es que el Estado gestione los contratos a siete u ocho años (o lo que el flujo de fondos y la tasa de repago de la inversión indiquen), asegurando que las ventas en China sean las garantías del financiamiento, más los capitales propios y ahí se generen las inversiones en la provincia. En menor escala y más integrados. Separados en las etapas pero integrados en la cadena”, se entusiasma el ministro. Aunque también es cauto. Sabe que hay demasiadas variables que escapan a la botonera de su escritorio.

La producción de cerdos en Entre Ríos, según los especialistas, tiene fortalezas destacables. Entre ellas, la disponibilidad de materias primas de máxima calidad, principalmente maíz, soja y agua potable; de tecnología y genética de alto rendimiento y de superficie; y condiciones agroecológicas propicias para la crianza.

Se trata de un sector generador de valor agregado por la eficiente transformación del grano en carne y es una actividad generadora de empleo para las pymes con el consiguiente arraigo rural en la zona. En este contexto hay que agregar que el consumo mundial de esta carne es alto y continúa creciendo y el consumo interno está lejos de su techo.

“La salida para el país viene por el crecimiento, por la inversión del sector privado y el acompañamiento del Estado y la generación de divisas, pero eso tiene que estar orientado a resolver los problemas de desocupación y pobreza”, sintetiza el ministro de la Producción y traza un horizonte de trabajo para una actividad que tiene mucho por dar y que se presenta como necesaria para contribuir al desarrollo de la región.