“No se puede predecir el futuro, sino comprender las transformaciones pasadas y presentes del ecosistema mediático y por extensión de la sociedad”.
Carlos Scolari
La radio digital, la radio televisiva, Youtube y Twitch como medio y no como plataforma; o los canales de streaming; son diversas formas de hablar una nueva forma de comunicación que hibrida viejos y nuevos modos, medios y recursos sonoros o audiovisuales para ser consumidos en pantallas ubicuas.
En nuestro país hay un boom de esas producciones que se sostienen en una audiencia activa y que reconfiguran al oyente de radio, que ahora también puede mirar. Una nueva narrativa transmedia que atraviesa pantallas, incorpora lenguajes y hasta reúne a los fans en un estadio. Velocidad, volumen, adaptación, evolución. Las plataformas nos brindan un abanico de oportunidades y solo hay que surfear esta ola que hoy golpea la costa.
“Señoras y señores, la Sociedad Radio Argentina les presenta hoy el Festival Sacro de Ricardo Wagner, ‘Parsifal’, con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del teatro Costanzi de Roma, dirigida por el maestro Félix von Weingarten”. Esas fueron las palabras que se escucharon en lo que constituyó la primera transmisión mundial en radiodifusión el 27 de agosto de 1920.
Enrique Susini -uno de los cuatro precursores de la radiofonía – usó un micrófono y subido al techo del Teatro Coliseo le dio nacimiento a uno de los medios de comunicación que iban a introducir nuevas prácticas sociales y a moldear nuevos sujetos de la comunicación: el oyente de radio.
Pesados aparatos valvulares conectados a la electricidad y un dial que captaba interferidas voces fue la marca de la primera radio, la que llegaba por AM. Después llegaron equipos más modernos para reproducir con mayor fidelidad a la FM, que trajo un concepto más local y relajado hasta que la televisión hizo su gran ingreso y ocupó la sala, reunió la familia y la radio se fue a la cocina. “Y hubiera quedado arrinconada allí si no fuera porque el estado sólido le abrió la puerta de calle, para que saliera a la vida” (Arabito J. 2015). La radio logró una característica distintiva: ser un medio para consumirse en movimiento.
La irrupción de Internet, a principios de los 90, cambió radicalmente la disponibilidad de la información, el volumen y el tiempo. Proliferaron los recursos y las plataformas y, las pantallas, coparon la escena mediática. Se reconfiguró, al decir de Benjamin, un nuevo sensorium, nuevos esquemas de percepción sensorial. La tecnología se invisibilizó, borrando hábilmente las huellas de su materialidad. “La sociedad ya no se pregunta por esos aparatos” (Murolo, L. 2011 ), solo consume omnipresencia que es donde radica la construcción del sujeto de la comunicación que se apropia, usa, da lugar otras formas que adaptan lo viejo y lo nuevo, dialogan, van y vienen. La convergencia de medios es cultural, proclama Henry Jenkins, que nos invita a pensar esta convergencia cultural como superadora de la tecnológica. Como reflexiona Leandro Murolo en sus textos académicos (2023), las prácticas de sentido que los sujetos sociales crean (memes, la estética de la selfie, interpelación de youtubers) son pasible de mirar desde las prácticas culturales más que de las tecnológicas.
También Pablo J. Boczkowski (2006) en su libro Digitalizar las noticias, aporta en el capítulo “De la convergencia de medios a los medios emergentes” la idea que retoma Owen que “la profecía sobre la convergencia es la siguiente: los aparatos de televisión, los teléfonos y las computadoras – y las redes que vinculan todos esos objetos – son o se convertirán en el mismo objeto. Internet los abarcará a todos”. Si bien esta definición sobre convergencia hace foco en la materialidad de la tecnología, el autor remarca más adelante que es necesario comprender los procesos que la producen. Entonces, si conjugamos estas posibilidades que otorgan las herramientas junto a las audiencias que capitalizan estos usos, podemos retomar a Benjamín, cuando planteó en su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, que la reproducción es sobre todo un acto político social que introduce un cambio operativo.
A la radio clásica, la que llega por el espacio radioeléctrico, se le está envejeciendo la audiencia. Los radioescuchas son cada vez menos y de mayor edad. El 77% de los oyentes de radio lo hacen desde el celular, en la computadora o en el auto reafirmando aquella distintiva característica del consumo en movimiento como modo casi excluyente de relacionarse con ese medio que tienen las nuevas generaciones. La ubicuidad como característica dada por las posibilidades tecnológicas y los consumos piratas que se iniciaron por los años 2000, que constituyen también uno de los usos masivos en el mundo de Internet, son la antesala a esta emergente narrativa transmedia que como todo proyecto que se precie de tal, apela a todos los lenguajes en diversos medios, sobre todos digitales.
La radio digital, aquella que imita de su antecesora los micrófonos unidireccionales en una mesa pero que reemplaza el letrero de luz roja de aire por un led iconográfico de marca, ya logró que su público se apropie. Tenemos ahora radiotubers, streamers, oyentes que miran, audiencias activas que generan contenidos y los consumen.
¿Hay características propias de esta radio en internet, hay similitudes?; ¿Hay rastros de otros medios como la radio, la televisión o los juegos en línea?
En la radio tradicional y en la de internet, además de micrófonos y luces en el estudio como mencionamos recientemente, hay conductores: en uno miran el vidrio que los separa del operador, en el otro a la cámara. La primera necesita una frecuencia en el espectro radioeléctrico que es un recurso natural, de carácter limitado, que constituye un bien de dominio público, sobre el cual el Estado ejerce su soberanía; la radio en internet en cambio, usa la red de fibra óptica subterránea y submarina que ingresa al país por Las Toninas y es operado por Level 3, una empresa proveedora de servicios de telecomunicaciones. Una necesita un aparato, un parlante, un dial y una antena para ser escuchada; y la otra una PC o celular, URL en una web o un canal de Twitch o Youtube.
Coinciden en el protagonismo del lenguaje sonoro, aunque su uso, por las posibilidades técnicas, sea distinto; porque a las palabras de la radio tradicional, que se escucha en vivo, se las lleva el éter, lo que se dijo se esfumó en el aire. El oído retiene, interpreta y puede repetir algo de lo que dijeron en la radio. El streaming, en cambio permite escuchar en diferido, puede además pausar, retroceder, escuchar, volver a escuchar, extraer, copiar y distribuir en plataformas de redes sociales. La audiencia cobra protagonismo. Elige escuchar en vivo donde también dialoga a través del chat de las plataformas; on demand o consumir extractos en forma de reels, recaps, tik tok. Esa audiencia activa -que a veces también tiene forma de haters (porque no todo lo que brilla es oro)-, está moldeando este nuevo medio.
En nuestro país el fenómeno es explosivo. La televisión en decadencia le cede terreno a estructuras como Vorterix, Urbana Play, El Destape, LUZU TV, República Z, Olga y otros como Blender y Gelatina, que tienen menos entretenimiento y más política y que llega más rápido a una audiencia que sale de la franja adolescente. LUZU TV además, atraviesa la pantalla para encontrarse en vivo con su público en el Luna Park. Una mezcla entre rockstar y pastor religioso sale de su canal y se encuentra en vivo con 60 mil personas que copan la sala del emblemático estadio. No es teatro pero pudiera serlo, no es radio pero hacen como si, hay pantallas gigantes con imágenes y una pantalla por cada asistente con quienes interactúan a través de consignas. Juntos pero mediados por la creatividad de un #hastag para involucrar también a los fans que se quedaron en sus casas, porque no nos podemos olvidar de amplificar para llegar tan lejos como la tecnología lo permita.
“Hacer streaming es mezclar la radio con la tele y las redes sociales. Eso es lo que Occhiato tiene claro, por eso pide a la gente que filme, que suba cosas. Que engorde su narrativa y le dé un nuevo capítulo: el de llenar un Luna Park”, escribe Gonzalo Bustos en la crónica que publica la web de la Rolling Stone en español.
Antes, Urbana Play también usó su terraza para invitar a sus oyentes a participar de una mezcla de vivo, stand up o un radioteatro.
Hay, además de las diferencias y las convergencias narradas, otra forma característica de este medio que es la reacción. “Videorreacciones: el género audiovisual que nació en YouTube y conquistó las redes sociales” titula un artículo del diario La Voz donde repone algunas características y repasa ejemplos a este formato al que le atribuye la cercanía, la espontaneidad y la empatía como valores centrales. “La palabra “reacción” es una de las que más se ha popularizado en el universo de streamers y de creadores de contenido que dominan el entretenimiento global en la actualidad. Desde Coscu hasta Ibai, sobran los ejemplos de influencers –y aspirantes a serlo– que dedican buena parte de su tiempo a eso: enfrentarse, mientras son registrados, a una canción o un videoclip para mostrar sus impresiones iniciales en tiempo real”. La clave radica en potenciar lo espontáneo y compatibilizar emociones con la audiencia.
Aunque reciente y con un marco teórico escaso, las particularidades de los/las videorreacciones son analizadas desde el podcast ¡Qué fenómeno! del diario La Nación que encabeza la periodista Clarisa Herrera, especialista en tecnología. Como un bucle o una mamushka, un formato contiene a otro y le da vida a otro y se expande en otro. Como dice Henry Jenkins la narrativa transmedia es el arte de crear mundos.
(*) Licenciada en Comunicación Social.