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La salida es por arriba

La economía en la voz de un treintañero recorre la entrevista que presenta Cicatriz. Inmiscuido en el mundo empresarial y académico, el economista retoma viejos conceptos, los pone en perspectiva y avanza con su punto de vista. Las exportaciones, el desarrollo industrial y una reforma en la estructura económica del Estado entrerriano aparecen entre las propuestas. Con ustedes: Gabriel Weidmann.

Por: JUAN BRACCO

La salida es por arriba

Fotografía: Raúl Perriere

Tiene 32 años y dos pasiones bien marcadas: la Economía y San Lorenzo de Almagro. De ninguna de las dos puede extraer muchas alegrías en el último tiempo, pero mantiene su optimismo. Actual integrante de los equipos técnicos de la Unión Industrial de Entre Ríos (UIER), es también secretario de Investigación y director de la carrera de Licenciatura en Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Gabriel Weidmann es moderado pero firme en sus opiniones y así como se la juega defendiendo a los hermanos Romero en la interna del vestuario cuervo, en diálogo con Cicatriz también marcó la pauta de que la salida al laberinto económico en el que está la Argentina desde hace décadas pasa por aumentar las exportaciones para romper así el círculo perpetuo de crisis por endeudamiento externo o restricción de divisas.

 

¿Cómo te interesaste por la economía?

Nací en 1988. Hice la secundaria con orientación en Perito Mercantil en el Colegio Santa Teresita de Paraná y ya me interesaban los números. En 2001 tenía 13 años. La final de la Copa Mercosur (que San Lorenzo debía disputar contra Flamengo de Brasil) que debía jugarse el 19 de diciembre (fecha clave para la caída de Fernando de la Rúa) fue suspendida para enero (los azulgranas terminarían imponiéndose por penales). Estaba todo ese marco, ese contexto y a mí siempre me pareció que la economía era la principal disciplina con impacto en las condiciones de vida de las personas. Años después, en 2006, entro en la Facultad de Ciencias Económicas para estudiar para contador y me encontré con una cátedra donde había una fuerte presencia de la crítica al neoliberalismo y al proceso anterior. Allí empiezo a cerrar esta idea de que me interesaba más la economía que ser contador.

 

Vos entraste a la Facultad queriendo ser contador público nacional.

Entré para ser contador público nacional porque no estaba la carrera de Economía, porque me parecía que era una carrera que tenía una fácil salida laboral y que me interesaba. Cuando terminé primer año me pregunté qué hacer: seguir o cambiarme a otra carrera que me llame más la atención. Pero en segundo año, cuando hago la materia Metodología de la Investigación, con Oscar Barboza, empiezo a trabajar en la cátedra con él y comienzo a identificarme con la crítica a la economía y a encontrar un lugar bastante interesante que era el ámbito universitario y los cuestionamientos a la crisis de 2001 que uno hace cuando tiene 18 ó 19 años. Eso me da un empujón fuerte para, ya en tercer año, orientarme a la disciplina económica. La Licenciatura en Economía se aprobó en 2008 y se abrió en la facultad en 2011. En 2009 averigüé para cambiarme a la UNL o a la Uader, que tenían licenciaturas, pero ninguna me cerró. Entonces esperé que se abriera en la facultad porque me venía bien para terminar una carrera y comenzar la otra.

 

¿Te recibiste de contador?

Sí, egresé en 2013.

 

¿Ejerciste?

No, nunca. Pero hice dos inscripciones de monotributo: el mío y el de un amigo que después se la dio a un contador en serio para que se la mantenga, porque yo era impresentable (se ríe).

 

¿A qué área de la economía apuntabas cuando empezaste?

A lo que hoy se conoce como el desarrollo socio-económico. Es decir a cómo la economía puede contribuir para que haya un mejor modo de vida y a que las personas estén mejor, haya menos pobreza y mayores posibilidades laborales. Nosotros veníamos de un momento donde el desempleo era tema de tapa de los diarios todos los días y después saltó la crisis. Yo no entendía cómo la economía no podía ser una disciplina que implique mejorar las condiciones sociales de las personas y por qué eso era un desafío tan difícil. Por eso rápidamente lo vinculé con el desarrollo productivo, industrial que es donde se da la integración a través del trabajo. O por lo menos así me parece a mí a través de una lectura teórica desde el estructuralismo: mejorar las condiciones de vida de las familias implica el desarrollo industrial, productivo, mejores condiciones en un marco competitivo entre las empresas y que existan posibilidades laborales.

 

Si tuvieras que ponerte una etiqueta, ubicarte en una escuela o línea de pensamiento económico, ¿dónde te situás?

Me considero muy cercano al estructuralismo latinoamericano, con una postura básica muy desarrollista. Es una lectura muy latinoamericanista que se ha adaptado con el tiempo, se ha hecho más flexible. Cuando uno la baja a lo nacional, se acerca a la idea de un desarrollismo y se acerca a cuestiones políticas se está más próximo al peronismo que a otras fuerzas.

 

Es decir, a nivel latinoamericano, Raúl Prebisch; y argentino, Aldo Ferrer.

Algo así. A nivel continental se encuentra a otros autores como Celso Furtado, que es un referente importante en Brasil, pero aquí el principal economista que uno tiene de referencia es Ferrer.

 

¿Un libro de cabecera en economía? O un texto donde, cada tanto, digas “voy acá a buscar conceptos, a refrescar ideas”.

Me mataste. Vivir con lo nuestro (de Ferrer) quedó viejo. No creo en esa postura tan de “vivir con lo nuestro”. Ferrer después se modernizó mucho.

 

Claro. El capitalismo argentino, por caso, es ya algo distinto.

Cierto. Puede ser, por ejemplo, La economía argentina, que es de Historia y un poco más amplio, bastante interesante. O los textos de (Luis) Rappoport. Pero en aspectos teóricos los primeros que me acercaron fueron Capitalismo periférico, de Ferrer y La industrialización trunca de América Latina, de Fernando Fajnzylber.

 

Una vez que tomaste tu decisión sobre por dónde ir en Economía, ¿cómo fueron tus primeros pasos profesionales?

En tercer año comienzo a tener alguna intervención en la cátedra de Metodología, fueron mis primeros pasos como docente y en la investigación de la mano de Barboza, porque él era investigador del Conicet y me acerca a un proyecto para estudiar la industria en el aglomerado de Santa Fe. Me interesó mucho el estudio en clave regional del desarrollo y luego se dio otro, a través de una cátedra que él tenía en la Universidad Adventista del Plata, con la UIER. Cuando hacemos la presentación de este último trabajo, Andrea Faisal, que es la directora ejecutiva de la UIER, me referencia y me llama para hacer estudios y lecturas del sector industrial entrerriano.

 

¿Qué te encontraste en la Unión Industrial?

Estoy ahí desde 2011. Es una entidad que ha crecido muchísimo y que ha sabido incorporar conceptos y miradas más amplias en miras del crecimiento productivo, ha salido de la lógica de una entidad gremial y ha sabido posicionarse como una institución de desarrollo. Ha sabido ampliarse hacia trabajos que han tenido impacto real en las empresas. Por un lado, a través de los departamentos técnicos con los que se ha trabajado y ha profundizado la comunicación con los socios. Y en los estudios sobre la realidad industrial ha apostado y mantenido una línea de trabajo: se han hecho encuestas en parques industriales, sobre distintas cadenas de valor y se ha sostenido el seguimiento coyuntural de cómo está la industria en Entre Ríos. Y esto es algo sobre lo cual no hay muchos datos: es fácil preguntarle a un industrial cómo está, pero cuando se quiere hablar en general es difícil y es eso lo que hemos tratado de hacer, generar un ámbito que pueda hablar por el sector industrial y que pueda aportar al desarrollo fabril de la provincia. El equipo está conformado por la Comisión Directiva; Andrea Faisal que es la directora ejecutiva; Esteban Cabrera está a cargo de la coordinación de departamentos técnicos; Nahuel Amore en comunicación; Mariano Churruarín en el área legal y yo a cargo de monitoreo industrial y lectura.

 

¿Has trabajado con el sector público?

En el Estado trabajé en el marco de un convenio que firmó el Observatorio de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia con Unicef sobre inversión y políticas de primera infancia. Luego ese trabajo continuó a través de un acuerdo con la Facultad. Antes había participado en el programa Crédito Joven, también de Desarrollo Social.

 

¿Cómo ves al Estado provincial como actor en lo económico?

Hemos tenido al frente de Economía a contadores que controlaban, bien o mal, lo que entraba y salía pero no ha existido un trabajo de lineamientos, de perfiles económicos para Entre Ríos. O los hay, pero no se ejecutan. Creo que hay que incorporar más economistas al Estado y una mirada más de desarrollo, pero no sé si el Ministerio de Hacienda es el lugar. Está bien que se controle el presupuesto y el gasto, pero no veo a esta cartera en otra función. Sí entiendo que en el Ministerio de Producción, el de Desarrollo Social o el de Infraestructura y Planificación un economista puede tener una participación de mayor impacto.

 

Lo que viene

Hace unas semanas estaba releyendo un artículo de Marcelo Diamand que se llama Las teorías económicas y la nueva realidad de las Estructuras Productivas Desequilibradas (EPD) donde el autor, que no era un académico sino un empresario, planteaba ya en la década de 1970 dos escenarios: uno dominado por el “populismo”, que se apoya en el crecimiento del mercado interno; y otra “liberal”, que apunta al mercado externo. Parece una foto de lo que estamos viviendo ahora.

Si recortás lo que escribió Diamand y lo pegás en un diario de ahora parece que fue escrito mañana, no hoy. Él también plantea los problemas económicos un poco más allá, vinculados a las condiciones políticas y sociales, pero son dilemas que se consolidaron o resolvieron con la dictadura (del período 1976-1983). Tiene mucha vigencia por la incapacidad que existe para imponer un proyecto nacional, que era algo que también decía Ferrer. En la medida en que no se tenga un proyecto político que cuente con equilibrio social y haya una burguesía nacional que acompañe este proceso de acumulación, que se pueda generar un consenso entre los sectores sindicales, productivos y el Estado, no se podrá definir lo que planteaba Diamand, una postura más de exportación, generando los dólares que necesita el país pero que en alguna medida empobrece la situación interna o mejorar las condiciones sociales y que no se pueda mantener. Creo que el actual gobierno nacional está tratando de navegar esta situación porque le ha tocado sobrellevar lo que decía Jorge Schvarzer, retomando el concepto de “stop and go” de que cuando crece la economía nacional se encuentra una restricción externa que obliga a devaluar, que hubo experiencias durante la dictadura, la convertibilidad y el macrismo, en donde se superaba esa restricción de dólares endeudando y con apreciación cambiaria, lo que generaba dos o tres años de crecimiento en base a un financiamiento no genuino que terminaba en explosiones. Hoy lo que tiene que administrar el gobierno es la salida de esa crisis donde existe un consenso exportador, de alguna manera, pero tratando de acercarse a un equilibrio interno. Hoy existe un fuerte proceso de devaluación del salario interno que están tratando de mejorar. Pero, insisto, existe un consenso de que se necesita una salida exportadora. Esa salida es obligada para el gobierno porque se encuentra con una deuda externa muy difícil, pero en el contexto actual no alcanza la devaluación porque además tiene sus límites: rápidamente se va a la inflación. Por eso se están desarrollando herramientas más finas para generar esta salida, que para mí pasa por un trabajo más estrecho con las empresas y los sectores productivos que generen exportaciones genuinas y no solamente por una devaluación, brindando condiciones competitivas bajando el valor del salario para que algunas empresas puedan salir a ganar.

 

Tiraste un concepto que es casi mitológico: la “burguesía nacional”. ¿Es factible un proceso que permita a hombres y mujeres de negocios que puedan pensarse más allá de sus empresas?

(Piensa) A ver. Me parece que hoy por hoy el concepto de burguesía nacional se enfrenta con el de “emprendedor”. La lectura que hacía Ferrer de la necesidad de una burguesía nacional no se consolidó y no se pudo constituir, al menos en los términos de Ferrer: que una burguesía acompañe el proceso de desarrollo.

 

Una burguesía a lo Gelbard.

Claro. Hay muchos núcleos empresarios que compiten entre ellos. Uno ve el mapa de entidades empresarias y se encuentra con esa tensión en las demandas que tienen. No se enfrentan abiertamente, pero tienen intereses contrapuestos. No es lo mismo la burguesía agropecuaria que la industrial. La resolución a través de una burguesía nacional no se logró en la Argentina y escapa a mi capacidad de análisis decir cuáles son las condiciones para consolidarla. En los lugares donde se logró su conformación fue a través de procesos políticos más duros a los que está en condiciones de llevar adelante Argentina. Si se ve Corea del Sur o China, donde hay una consolidación de burguesías nacionales en forma acelerada, venían de la mano de Estados mucho más autoritarios. Hoy no se dan los momentos políticos ni históricos para pensar esas salidas. Así que por ese lado no le veo factible. Tenés las cartas para jugar: se sabe cuáles son las empresas que tienen salida exportadora, qué empresarios estarán más cerca de un proceso político, industriales más cercanos al Estado que protegerán el mercado interno y que también pueden tener ventas al exterior, empresarios agroindustriales que pueden generar divisas y otros sectores que difícilmente exporten pero generan empleo interno.

 

¿Cómo ves la economía provincial más allá de la coyuntura?

Entre Ríos tiene posibilidades para hacer un crecimiento productivo, para tener más empresas agroindustriales. El sector porcino tiene un gran futuro en la provincia. La cadena avícola es un ejemplo interesante. Los últimos 10 años del sector fabril lo encuentran muy estancado. Y eso es por el contexto nacional. Pero no ha implicado la destrucción del cordón industrial. Por eso hay posibilidades. Existen dificultades en el Estado para constituirse como un actor que acompañe este proceso. Este año me generó expectativas: se generaron rápidamente muchas políticas que cambiaron el panorama. Se están retomando cosas que se hacían antes. Entre 2005 y 2015 hubo bastantes políticas productivas. Sin querer poner nombres, pero cuando asumió (Mauricio) Macri se desmantelaron muchas de esas políticas productivas y eso se sintió en la provincia.

 

Si tuvieras enfrente al ministro de Economía de la Nación o al de Desarrollo Productivo y pudieras tratar dos o tres ejes para 2021, ¿dónde pondrías el acento?

Guzmán tiene un diagnóstico bastante acertado. Es un ministro que plantea ser precavido en el contexto de la pandemia y el déficit fiscal, con miras de que cuando pase la emergencia por el Covid-19 volver a los equilibrios fiscales. Yo creo que el foco hay que ponerlo en las exportaciones y entiendo que el gobierno lo tiene puesto allí, en alguna medida. Estoy más cerca de que el acuerdo porcino (en referencia a las megagranjas de cerdos que propuso formar China) se haga que de que no se concrete. Las necesidades son este tipo de inversiones extranjeras que potencien la estructura productiva. A la cuestión ambiental, Argentina tiene posibilidades de controlarla. Pero insisto, el aumento de las exportaciones es el factor clave para discutir el futuro económico argentino. Si no se incrementan y consolidan las ventas al exterior, no hay posibilidades de crecimiento económico en el mediano y largo plazo.

 

¿No existe el riesgo de primarización en esto? Porque ante la necesidad de exportar es más fácil y barato vender soja sin procesar que hacer todo el circuito de industrialización.

Las exportaciones primarias de Argentina ya están consolidadas y no tienen mucho terreno para crecer por mecanismos propios de nuestro país. No creo que la Argentina pueda disponer de un mecanismo para incrementarlas ¿Por qué pueden crecer las ventas al exterior de productos primarios? Por la expansión de la frontera agrícola y eso depende de que tengas mejor tecnología y/o mejores precios. El precio no se fija aquí, se fija en Chicago. Deben profundizarse otro tipo de exportaciones, incrementando el valor agregado. Por ejemplo, en vez de vender soja, vender carne porcina dándole de comer a los cerdos aquí y no en China o ver si, en el cambio del mapa global, se puede entrar con algo nuevo. Entiendo que en industria 4.0 Argentina tiene mucho que ofrecer. Hay que buscar esos nichos. Hay riesgo de primarización en la medida en que se descuiden los procesos industriales, que se registre un deterioro de las condiciones fabriles y que se destruya la industria nacional, como ocurrió en la década de 1990 con la apreciación cambiaria (un peso, un dólar) y la apertura de importaciones.

 

 

El pasado que encerró su futuro

Marcelo Diamand fue un ingeniero, empresario y pensador que, además de motorizar emprendimientos fabriles exitosos (fue fundador de la empresa electrónica Tonomac), realizó aportes desde lo gremial y a través de escritos para entender la crisis sempiterna de la economía nacional. El texto al que se hace mención en el artículo es el primer capítulo del libro Doctrinas económicas, desarrollo e independencia, publicado por Paidós en 1973.

Algunos párrafos salientes para entender su actualidad:

“En lo que refiere a la opinión pública, las opiniones que se asumen son a menudo contradictorias (…) las opiniones tienden a organizarse en esquemas antagónicos… cada uno con un diagnóstico y terapia propia”.
“Los dos esquemas principales son el liberal ortodoxo y el nacionalista-populista. El primero se concentra en presentar deficiencias internas que caracterizan al país (…) todos los males económicos nacionales son causados por presuntos vicios internos del país, que demuestran su inferioridad con respecto a los más adelantados”.
“El segundo esquema atribuye la responsabilidad de los problemas económicos argentinos a la hostilidad del mundo externo y a la actitud dependiente de la clase rectora del país”.
“Las dos corrientes (…) tienen una importante característica en común: ambas aceptan la validez de los dilemas en términos de los cuales se desarrolla el debate nacional (…) creen que existe una antinomia entre el agro y la industria y entre la industria para la exportación y para el mercado interno (…) entre estabilidad y crecimiento”.
“El debate acerca de los problemas económicos argentinos (…) está condenado de antemano al fracaso ya que, tal como está planteado, no admite respuestas correctas (…) todos ellos se basan en el desconocimiento de la solución lateral que los puede hacer desaparecer”.
“La meta de lograr el máximo crecimiento sin inflación de demanda y sin déficit de la balanza de pagos (…) lleva en sistemas limitados por su capacidad productiva a fijar el ahorro y el equilibrio del presupuesto como objetivos estratégicos”.
“Un país puede llegar al equilibrio externo por dos vías posibles (…) La primera consiste en la eliminación del déficit externo por medio de la restricción de importaciones y la expansión de las exportaciones (…) su logro permite recuperar el equilibrio externo sin afectar el nivel de la actividad interna”.
“La segunda alternativa consiste en una recesión. En este caso la disminución de la producción interna hace que se contraigan automáticamente las importaciones. Al mismo tiempo, la reducción del consumo deja un mayor excedente para exportar. Así, pues, el equilibrio externo se recupera a costa de la actividad interna”.
“Sólo la primera alternativa constituye la verdadera solución del problema externo. La segunda alternativa, que llamaré recesiva, revela la incapacidad de la conducción económica para proveer instrumentos encaminados hacia una verdadera solución”.