“Seamos novedosos”, sugiere Héctor Motta, sin imponer, aunque lo diga con severidad, vía WhatsApp, cuando Cicatriz le propone este reportaje. “La gente está cansada de que le hable del o los gobiernos”, explica antes de conocer el recorrido de la conversación. Luego, a la hora de hablar, este hombre que supo construir una de las empresas insignia de una provincia, y que no se caracteriza por las grandes marcas, dispone generosamente de su tiempo para la charla.
Su empresa se desarrolló en un rubro en el que Entre Ríos sí es potencia, la avicultura. Motta logró ser un hombre conocido y respetado en planos donde pocos se destacan y, de los que lo hacen, menos aún conservan el prestigio.
¿Quién es Héctor Motta? ¿Qué es el Grupo Motta? ¿Qué visión tiene este empresario? Estas preguntas, formuladas como disparadores, estructuran esta nota que propone acercarse al pensamiento y a una parte de la vida de uno de los protagonistas de esta provincia. Como empresario no decepciona y se queja de los impuestos. Pero, a la par de ello, también tiene una visión estratégica del desarrollo de la comunicad que aplica en la realidad concreta y no deja solo en el plano del discurso oral.
“Algo que me enorgullece es que me siento crespense de pura cepa”, nos dice Motta, que nació en esa ciudad en 1944, cuando aún era Villa Crespo, “porque no llegábamos a mil habitantes”. Su familia materna es descendiente de suizos-alemanes radicados en Hernández, departamento Nogoyá. Llegaron de Europa a trabajar en la parte agrícola y ganadera. La familia Motta es venida de Italia, con el primer arribo a Paraná, en 1889, y dos años después a lo que era en ese entonces la estación ferroviaria de Crespo. En aquel momento instalan una fonda y un hospedaje para atender a la gente que comenzaba a movilizarse a través del tren, que era el medio de transporte secundario, después del fluvial.
No se detiene al hablar, aportando párrafos largos. Por momentos, parece que hubiera estudiado de memoria. El detalle de los datos que aporta da cuenta de que no se toma a la ligera el diálogo, aportando explicaciones para contextualizar.
Cursó su educación primaria y secundaria en Crespo. Luego, “tuve la posibilidad, con mucho sacrificio, porque Entre Ríos seguía siendo una isla, de hacer el desarrollo de la formación terciaria en Buenos Aires”. Allí se graduó en Dirección y Administración de Empresas, “causa que he abrazado todos los días de mi vida”, cuenta con orgullo.
Hoy tiene acumulados 58 años de trabajo de los 65 que cumple una de sus empresas, la Cabaña Avícola Feller. “Por la formación familiar que traía, más las oportunidades que se me fueron presentando en la vida, comencé a trabajar en el campo de la avicultura desde muy joven”, aduce.
Polifacético
Paralelamente al trabajo en las empresas, ejerció la docencia durante 17 años en el Instituto Comercial de Crespo. Y simultáneamente desarrolló la acción gremial empresaria. Pasó por la Cámara de Incubadores y Planteleros de la provincia de Entre Ríos en su fundación, por la Federación Avícola de Entre Ríos desde sus inicios y hasta llegar a ser presidente de la Cámara Argentina de Productores Avícolas desde 1981 hasta 2002. Además, fue presidente de los congresos latinoamericanos de avicultura en 1987 y en 2011, en Buenos Aires, y presidente de la Asociación Latinoamericana de Avicultura en los períodos 1987-1989 y 1997-1999. “Paralelamente a la acción gremial, seguí desarrollando la actividad empresarial”, destaca.
La empresa que dirige nació junto al surgimiento de la avicultura intensiva en el país. “Cabaña Avícola Feller, como todas las empresas, nace a fines de la década de 1950 con la irrupción de lo que se conoció con el nombre de avicultura industrial, muy incipiente en aquel entonces”, describe Motta y subraya: “Estaba llena de dificultades pero también de oportunidades”. Siempre el vaso medio lleno y el medio vacío.
“Para darte una magnitud del crecimiento, la Cabaña, entre 1958 y 1964, ya que yo ingreso en 1965, tenía una capacidad de incubar 40 mil huevos fértiles por mes, y en la actualidad tenemos la capacidad de incubar 5,5 millones de huevos fértiles al mes. Esto da cuenta de la magnitud, porque para ello hay que disponer de genética y de los establecimientos para que la genética se desarrolle en plenitud. Además, tenés que incorporar la tecnología a medida que se va descubriendo o desarrollando. También tenés un desarrollo de lo que es la parte de alimentación de las aves, que es una de las ciencias que acompañó al mundo de la genética y permite optimizar los resultados de la transformación de granos en carnes o huevos. Y una adecuada administración de todo esto”, grafica.
Motta es de Crespo y el nombre propio está asociado a esa localidad. Sin embargo, una de las características de la empresa es que impone desarrollos en lugares inhabituales. Primero fue en Racedo y más cerca en el tiempo en Conscripto Bernardi, departamento Federal. Lo cuanta así: “Nosotros nos desarrollamos en Entre Ríos y, si bien es cierto que partimos desde Crespo, hoy tenemos nuestra sede central en un pueblo que rescatamos nosotros porque era un pueblo olvidado, como Racedo, donde había 40 personas cuando vinimos, en la década de 1980, y hoy hay alrededor de 350 familias que viven y trabajan”.
Por la infraestructura logística, el mayor desarrollo industrial de la provincia está ubicado en Paraná y en las ciudades de la costa del río Uruguay. Hoy, aunque un desarrollador tenga la intención de instalarse en Feliciano, por ejemplo, encontrará más facilidades para hacerlo en la capital de la provincia o en Concepción del Uruguay. Sin embargo, Motta llevó parte de la producción al postergado norte entrerriano. “Nos hemos relocalizado, en lo relacionado con la genética, en la zona de Conscripto Bernardi, donde construimos entre 2010 y 2015 un complejo de bioseguridad para alojamiento de reproductores de pedigree, y en la actualidad estamos desarrollando un segundo complejo de bioseguridad de reproductoras pesadas”, apunta y, ante la consulta, explica que “a la relocalización en el norte de la provincia la pensamos con un criterio de resguardo de bioseguridad sanitaria para las aves. Esa es una zona de monte con un ámbito natural que creemos que hace a que el aislamiento sirva para el alojamiento de pedigree, que es lo que estamos buscando”.
“Hemos llevado alrededor de 70 puestos de trabajo en una primera etapa y ahora estamos trabajando para una proyección de 100 más. Hemos construido más de 20 viviendas y eso estimuló a que el gobierno ponga los ojos sobre esa localidad y construya algunas viviendas más. También estamos viendo en Bernardi un cambio en la imagen del pueblo, de costumbres, de usos, de un estado de bienestar. Se empiezan a desarrollar actividades por las que antes tenían que trasladarse a otros pueblos, con el desarrollo de comercios nuevos, por ejemplo. Esto es el desarrollo de comunidades y es trabajar para arraigar a las personas en el medio natural donde nacieron, donde se crían y se desarrollan, y darles la posibilidad de que la vida sea lo más tranquila y que sea posible la realización en el lugar donde uno nació”, abunda.
“Tenemos un plan de crecimiento de la compañía, tenemos una planta de procesado y la planta de incubación, ambas en Racedo; y paralelamente estamos haciendo una inversión, también en Racedo, donde esperamos terminar una planta de faena para ampliar la capacidad de exportación”.
La avicultura argentina, en 60 años de vida, aumentó de unos tres kilos que se consumían por habitante al año a unos 50 kilos por habitante en el año. También se pasó de unos 80 huevos a unos 330 por habitante en el año. “La demanda que puede haber en Argentina está totalmente satisfecha con lo que producimos y el camino que nos queda para el desarrollo futuro es el mundo. Así que con este criterio estamos abordando el desarrollo de participar en el comercio mundial con nuestros productos, que hemos diversificado y adaptado de acuerdo a los estándares mundiales. Además, cada país tiene distintas exigencias en lo gustativo o de calidad, porque no hay que perder de vista que lo que nosotros producimos entra por la boca del consumidor y es sinónimo de vida”, detalla y vuelve sobre su empresa: “Estamos en más de 23 países y festejar o celebrar 65 años de una compañía como la nuestra y tener prácticamente 800 personas ocupadas dentro de las distintas empresas del Grupo nos pone contentos, pero también nos pone en una actitud de compromiso y seriedad para seguir haciendo las cosas lo mejor posible”.
“Cuando un gobierno ve que una actividad funciona por sí sola, generalmente, lo primero que hace es acudir a cobrarle impuestos”, se queja y repite el reclamo en más de una oportunidad durante la charla. “Tenemos muchísimas dificultades que van variando con el paso de los gobiernos, pero las dificultades son repetitivas”, dice, y vuelve sobre los impuestos: “A veces los impuestos están en línea con lo que puede necesitar el Estado para mantenerse, pero no con la capacidad de generar utilidad que puede tener la empresa. Creo que hay una presión impositiva desmedida para con el sector de la producción”.
Están los empresarios que cuando su marca se desarrolla optan por venderla o poner a disposición acciones y, en ese momento, existe la posibilidad de perder el control total de la firma o conservar la empresa familiar para que pase de generación en generación. Motta pertenece a la última especie. “Los Motta somos una familia comprometida. Yo me he encargado de que mis hijos, que pasaron por la facultad, y mi sobrino vinieran a la compañía. Los tenté y hoy estamos trabajando en un equipo muy ensamblado. Y en este 2022 iniciamos un recorrido para que dos de mis seis nietos ya empiecen a venir a la empresa y a tener un recorrido en el campo de la producción y la transformación industrial, como para que ellos, que se están formando en la facultad, encuentren que pueden ser los sucesores de este proceso económico que hemos sido capaces de desarrollar en forma virtuosa”, proyecta.
También un hombre político
“Cada gobierno tiene sus virtudes y sus errores. En un balance de la Argentina se ve, por el lugar que ocupamos en el mundo, que ha habido más errores que virtudes”, comienza una reflexión cuando se le consulta por su identificación con lo político. Opina que el énfasis en el análisis hay que ponerlo en los gobiernos nacionales, por ser los que marcan el rumbo general: “El país produjo grandes avances de acercamiento al mundo de la globalización, como ocurrió a partir de 1990, y tuvimos también retrocesos. O en la década de 1980, cuando nos afectó la guerra de Malvinas, no solo moralmente y por la pérdida de vidas. Pero estas situaciones hacen que no tengamos un tránsito normal como había a principios del siglo XX, donde nos veían como un país ganador”. En este tramo, analiza el país como una empresa: “Tenemos que seguir trabajando en políticas activas para que el país consiga un nivel de inversión que hoy es escaso. La política tiene que generar confianza para que las inversiones sean genuinas, tanto de argentinos como de extranjeros; darle al que invierte la seguridad que merece, porque toma un riesgo, y al tomar ese riesgo pretende una devolución. En la actividad empresarial, esa devolución se llama rentabilidad; pero si a esa rentabilidad después la gravan con muchos impuestos, nunca están estimulando sino castigando”. Tiene preocupaciones sinceras y son las que debiera tener la dirigencia política: “Hoy por hoy lo más difícil que tiene que saldar la Argentina es la pobreza. Y la pobreza se salda con más trabajo. Y más trabajo se consigue con más inversión. Y esto lo hacen las empresas privadas, no cabe ninguna duda. Así que creo que toda la legislación por venir tendría que ser más amigable con las inversiones”.
“Soy un poco crítico porque creo que los empresarios pusimos mucho”, esgrime, pero enseguida aclara que se refiere a “los empresarios del campo de la producción, no a las 30 empresas más importantes del país. Los empresarios comunes necesitamos estímulos y conexión física que acorte distancia y tener buena conectividad para desarrollarnos”. En este punto, cree que “en el campo de la política el país tiene que seguir una senda de desarrollo, y para desarrollarnos hay que hacer inversiones, y para ello necesitamos créditos y la construcción de un capital nacional”. Como hombre político, su momento cumbre fue cuando, durante el primer tramo de la administración de Sergio Urribarri, fue designado como ministro de la Producción. “Como todo hombre nacido en una provincia, soy un soñador. Trabajé durante muchísimo tiempo en un pensamiento estratégico para cambiar desde lo productivo a Entre Ríos. Teníamos la Fundación Mesopotamia, que era un grupo de profesionales que nos dedicábamos a observar los problemas y soñar cómo se podían resolver”, recuerda. Luego fue llamado “para construir el Ministerio de la Producción y, al poco de iniciarse mi gestión, a los siete meses, aparece el problema de la Resolución 125, que fue el desencuentro del campo de la producción con el Gobierno nacional. Y yo, que pertenecía al campo de la producción, me vi moralmente obligado a bajarme del lugar donde estaba para seguir trabajando en lo mío, que había sido siempre el campo de la producción”. Nunca volvió, aunque en 2020, junto a otros empresarios, fundó Ente Ríos 2050, que es “un grupo de personas para pensar una provincia distinta y totalmente desarrollada”.
Ahora bien, habiendo tratado con todos los gobiernos, vale la consulta respecto de cuál valora con mejor puntaje. Motta no huye de la pregunta pero responde a su manera. Habla de lo bueno y deja que uno busque las falencias en sus omisiones. “Todos los gobiernos tuvieron aciertos y errores. Además, es preferible no entrar a juzgar cuando la persona está ausente. Pero de lo positivo, el gobierno de Sergio Montiel trajo el gas a Entre Ríos, que tuvo un valor estratégico importante y que aún hoy se sigue reconociendo. Recordemos que hubo que cruzar el río Paraná para traerlo. Durante los gobiernos de Jorge Busti y Carlos Menem se trajo la vinculación de Rosario-Victoria, que fue una reivindicación desde siempre para vincularnos con Rosario. Para mí, es una de las grandes obras”.
Entre los menos, anota un reclamo histórico del campo: los caminos. “Una de las grandes deficiencias que tiene la provincia es el desarrollo de la trama vial. Un problema fue conservar la trama vial antigua, porque aunque exista hay que adelantarse a lo que el mundo necesita, que es acortar distancias. Los costos de logística son cada vez más importantes y no se ha desarrollado la infraestructura básica para que la gente que produce en el interior tenga los caminos adecuados y se sienta tentada a quedarse en el lugar donde produce, en lugar de mudarse a los pueblos”, detalla. “Este gobierno ha insinuado obras importantes en materia vial”, reconoce, y agrega que “este gobernador (Gustavo Bordet) ha puesto la mirada en Ibicuy, que es la bandera que los entrerrianos tenemos que desarrollar con fortaleza para que realmente sea un puerto de ultramar y nos pueda servir para sacar la producción con costos más beneficiosos y, también, a provincias como Córdoba o Santa Fe”.
Sigue estudiando
Inquieto, durante el año 2021 Motta cursó una maestría en la Universidad de Salamanca (USAL). “Rendí mi tesis y obtuve la maestría en Desarrollo e Innovación”, dice restándole importancia cuando se indaga por el esfuerzo que implica sentarse a estudiar cuando ya hay un camino recorrido en la profesión. La tesis, como no podía ser de otra manera en un hombre que piensa 24 por 7 en su empresa, fue sobre Bioseguridad en los complejos de producción de la avicultura. Sobre el motivo de la elección del tema argumenta que “la bioseguridad es un bien estratégico que te puede dejar o sacar de la actividad”.
“Trato de dar conocimiento y nutrirme de conocimiento”, aporta cuando habla de educación, y recuerda su paso por la docencia y por las conferencias que lo tuvieron como disertante o como público, entre las que cuenta más de un centenar.
“Tengo libros que ubico por preferencia”, dice cuando se lo consulta por la lectura. Menciona como uno de sus preferidos al periodista Ceferino Reato, “que es un orgullo tenerlo como crespense”. También lee periódicos y se inclina por los económicos, “porque la política está muy manoseada, y hay que tomarla con la asepsia suficiente para saber quién escribe y desde dónde lo hace”.
“Pasados los 65 años hay que entender que uno tiene que empezar a desacelerar”, apunta cuando se le consulta por la administración de su tiempo. Trabajó, cuando acumulaba hasta tres actividades simultáneas, 18 horas diarias. Hoy, aunque tiene presencia cada día en la oficina, se jacta de haber iniciado una transición para que sus hijos y su sobrino se hagan cargo de la empresa. Igual deja en claro que acompaña “en todos los niveles de decisión y en todas las innovaciones, y me tocan algunas responsabilidades”.
“Espero que ellos sepan hacer la transición en tiempo y forma incorporando a sus hijos para que aquellos que estén convocados por esta vocación lo puedan hacer. Que alguno de los seis nietos pueda volver al negocio después de estar formado me parece que es un desafío”, sueña y cuenta que aunque no tuvo hobbies no se arrepiente de ello. “Tuve una vida familiar linda, compartimos muchos momentos de felicidad. Hacemos los huecos el domingo para pasarla en familia, que es donde se encuentra el premio por el trabajo”, resume.